Un gran negocio en Polonia


Un sacerdote observa las casullas en la exposición llevada a cabo en Polonia.

Tras inclinar la copa, el hombre de pelo blanco y elegantemente vestido asiente aprobando el sabor del vino y toma la botella para ver la etiqueta. «Un dulce Dorato de Sicilia. Es muy bueno para la misa. Lo puedo recomendar», dice el padre Maciej Kubiak.


Una monja católica polaca observa las velas que tienen una fotografí­a del Papa polaco, Juan Pablo II, en la SacroExpo llevado a cabo en la iglesia en Kielce.

«De hecho, prefiero un «Chateauneuf du Pape». Pero ese lo reservo para la cena», agrega con una sonrisa pí­cara.

Desde vino para la comunión hasta sotanas, desde rosarios hasta bancos con calefacción, altares de mármol o estatuas a escala humana del fallecido papa polaco Juan Pablo II, todo a lo que puede aspirar cualquier sacerdote católico apostólico romano se encuentra en la SacroExpo, una de las ferias religiosas más importantes de Europa.

El evento es un imán para los clérigos que quieren que le solucionen todo, desde su guardarropa hasta el equipamiento de su parroquia… Incienso y música de órgano suena en los altavoces durante los tres dí­as que dura el evento, que se celebra en la ciudad de Kielce (sureste).

«SacroExpo es nuestro mejor mercado», indicó Daniel Dabrowski, cuya compañí­a produce hostias. Dabrowski era uno de los 250 expositores, la mayorí­a de ellos polacos. «Vienen muchos sacerdotes aquí­ y ese es nuestro público objetivo».

Lazek Crzyb, un sastre que hace camisas con cuello duro, es otro asistente habitual. «Los negocios mejoran cada año», dijo.

A contracorriente de los clientes de la siempre cambiante industria de la moda, Grzyb sostiene que con los sacerdotes siempre sabe donde está parado. «Puede haber demanda por otros colores, pero generalmente la moda es siempre la misma».

En otro puesto, el padre Stanislaw Szalda se probaba una larga y blanca túnica que se utiliza debajo de la vestidura ceremonial. «Es de lino, ideal para el verano», dice.

Szlada no se pierde ni una edición de la SacroExpo. «Aquí­ se consigue todo. Y me gusta estar atento a las novedades», agrega. «Ya me he comprado una sotana, también busco inciensos, velas y guí­as de Biblias. Además he estado conversando con una compañí­a de campanas. Y tal vez coloquemos calefacción en los confesionarios. He visto una publicidad destacada sobre ello».

Szalda hubiese sido el cliente perfecto para un puesto finlandés de bancos con calefacción. Allí­, Wojciech Kaca Lubomir cantaba las alabanzas de sus productos con un afilado tono de venta.

«Es un buen y eficaz sistema porque no altera la estética de la iglesia. Y además puede sumar entre siete y nueve grados de temperatura durante la misa. En algunas iglesias hace tanto frí­o que cuando afuera hace 10 grados bajo cero, adentro el frí­o es mayor», dijo. «Hasta el vino se congela y la gente no piensa en la ceremonia», explicó.

SacroExpo es también una feria que mantiene viva la industria artesanal polaca, como el tallado manual y la pintura de figuras hechas en madera.

«Nos especializamos en hacer trabajos a medida, por ejemplo, las estaciones de la cruz», indicó Anna Fenby-Taylor, una polaca de origen británico que representa la artesaní­a polaca. «Pueden durar hasta 500 años. Son hechos para resistir, no son de yeso o de resina».

Más del 90% de los 38 millones de ciudadanos polacos son católicos y en el paí­s hay más de 15.000 iglesias, además de cientos en construcción.

Un cuarto de los sacerdotes que se ordenan anualmente en Europa son polacos, muchos de los cuales terminan en parroquias a lo largo y ancho del continente — toda una ganancia para el portal de la feria.

REACCIí“N


Para algunos sacerdotes, la feria es tan buena para hacer compras como para robar ideas.

«Vine buscando ideas de decoración para las vestiduras y para nuestro altar», indicó el padre Wieslaw Jarzbek de una conocida iglesia del sur de Polonia, San José el Artesano.

«Yo observo las tendencias, pero si algo me resulta interesante le pido a la gente en casa que lo haga. Eso no es plagio… ¿o sí­?», preguntó haciendo una guiñada.