Adiós al Voltaire del Nilo


El escritor egipcio de lengua francesa Albert Cossery murió el domingo en Paris a la edad de 94 años, en el hotel donde residí­a desde hace más de 60 años, informó personal de este establecimiento y la editorial Joelle Losfeld.


«Dí­as antes de su muerte, este hombre magní­fico hací­a su paseo habitual: los cafés de Flore y Deux Magots…», agregó la dirección de dicho hotel.

Era autor de ocho libros escritos con un estilo sarcástico y un humor impregnado de sabidurí­a oriental, que fueron traducidos a 15 lenguas.

Su obra, que hace el elogio de la indigencia y la pereza, concebidos como un arte de vivir y una filosofí­a, mostraba al pueblo humilde de El Cairo, donde nació el 3 noviembre de 1913.

Como sus personajes, Albert Cossery escogió no poseer nada y viví­a desde 1945 en la misma habitación de un modesto hotel de Saint Germain des Prés, el hotel de La Louisiane.

Hijo de padre rentista y madre analfabeta, formado en las escuelas francesas de El Cairo, se inició temprano en la literatura francesa clásica y descubrió Parí­s a los 17 años.

Apodado el «Voltaire del Nilo» por sus ironí­a contra los poderosos, Cossery publicó en Francia, en la editorial Joelle Losfeld, «Mendigos y orgullosos», «Un complot de saltimbanques», «La casa de la muerte segura», «Violencia y burla», «Los ociosos del valle fértil» o, su última novela, «Los colores de la infamia» (1999).

Su primera novela, «Los hombres olvidados de Dios», fue defendida en Estados Unidos por Henry Miller, en los años 40.

Todos sus libros fueron escritos en francés. «Amo esta lengua», decí­a con frecuencia, aunque precisaba que «sigo siendo un egipcio de cultura y lengua francesas, con un universo egipcio».

«Pienso en árabe. Incluso cuando hay un personaje que dice «buenos dí­as», hay algo más detrás. No es un «buenos dí­as» a la europea, o sea que no significa nada. Y eso tengo que comunicarlo» en mis libros, dijo en una entrevista.

En 1945 llegó a Parí­s, donde conoció la vida bohemia, al frecuentar después de la guerra a Albert Camus (quien era su amigo de aventuras nocturnas), así­ como a Genet, la cantante Juliette Gréco, el pintor Alberto Giacometti, Vian o Mouloudji.

Sa habitación sólo tení­a un refrigerador y una televisión, pero su ocupante no tení­a recuerdos u objetos. Sólo poseí­a ropa y decí­a con ironí­a que «para dar testimonio de mi paso por la tierra no necesito tener un buen auto».

En 1998, un cáncer de la garganta lo privó de sus cuerdas vocales, dejándolo casi afónico, por lo que respondí­a a los periodistas escribiendo en una libreta.