Una pequeña dosis de remedio


«Los damnificados son pobres y andan dispersos, jamás pueden significar peligro». Nicolás Maquiavelo.

Luis Arevalo
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Entregar el trabajo sin contar con los insumos necesarios, llamar a los empleados por sobrenombres de acuerdo al color de su piel, trabajar horas extra que al momento del pago, por antojo del jefe, no serán canceladas; regreso del trabajador por minutos de retraso, aunque éste haya atravesado toda la capital para poder llegar puntualmente; realizar trabajos para los que no fueron contratados. Estos son algunos ejemplos de los abusos de que son objeto las y los trabajadores de Alimentos Mundiales, S. A., por parte de sus encargados, en algunos de los lugares donde esta empresa presta sus servicios.

Increí­ble pero natural (desgraciadamente), resulta que las y los asalariados de Guatemala tengan que soportar tantas ingratitudes para poder ganar, a expensas de su salud, el salario que ya ni alcanza, por cierto, para poder comprar los bienes y servicios que necesitan para vivir.

Ingratitudes que afloran al antojo de la persona que les tiene a su cargo, que les discrimina por la escasa o nula escolaridad que puedan tener. Quien presume su «elevada educación», con la que les restriega en la cara, su miseria.

Como lo dijo Nicolás Maquiavelo: «Los damnificados son pobres y andan dispersos, jamás pueden significar peligro». Y es como hasta ahora lo ha tomado esta clase de personas. Pero las cosas en segundos, pueden cambiar de rumbo.

Pues hasta que el miedo es vencido por la necesidad de hacer valer los derechos, que han costado sangre de guatemaltecos y guatemaltecas, es que puede lograrse, a marchas forzadas aún, la reivindicación de la dignidad de la persona.

El viernes de la semana pasada, el colmo llegó a una de las trabajadoras de esta empresa. Y el coraje que originó la humillación de que fue objeto la llevó directamente a las oficinas del Ministerio de Trabajo, donde le hicieron acompañar por un delegado, e inmediatamente se exigió una explicación de lo acontecido a la persona agresora, y que forma parte de la administración.

El trato hacia la plantilla de esta compañí­a ha cambiado notablemente durante la semana, y es muestra del poder que puede llegar a tener la clase trabajadora, si se organiza.

Es necesario que la Inspección General del Trabajo verifique el desempeño de este caso en particular para que no sigan dándose abusos de esta categorí­a y la situación de las y los trabajadores de manera global, para que se progrese en el camino de la justicia y equidad, cuidándose de inspectores corruptos (que sí­ que los hay), para lograr la dignificación de aquellos y aquellas que llevan en sus espaldas la labor más pesada, de agregar valor a lo que producen.