La agresividad mostrada por la bancada del Partido Patriota ayer cuando interrogaron agriamente al Superintendente de Bancos hizo que, como dice el refrán, fueran por lana y salieran trasquilados. Y es que la percepción ciudadana, lejos de favorecerles, se vuelve adversa por la forma tan virulenta en que fue acorralado el funcionario por diputados de la bancada y lo vemos en las expresiones de lectores que envían comentarios a nuestra página de Internet, en donde se percibe que no ha sido convincente la explicación del general Pérez Molina sobre un «préstamo» y que tampoco le ayuda la arrogancia para conducir el interrogatorio al licenciado Manuel Barquín.
Poco favor les terminó haciendo a los Patriotas la declaración de Rubén Darío Morales quien también dijo que el dinero que le habían depositado en su cuenta, y que era una comisión por el depósito de los fondos hecho durante su gestión, también era un préstamo porque se homologó a Pérez Molina. Tampoco ayuda la actitud de la Casa de Bolsa que repite que todo lo ha hecho de manera transparente sin asumir ninguna responsabilidad por el inmoral pago de comisiones a funcionarios públicos para que les confiaran inversiones que recibían menos tasa de interés de las que normalmente se paga a particulares.
La asociación del general Pérez Molina con la Casa de Bolsa es, para decir lo menos, dudosa porque esa entidad que capta inversiones tiene ahora el prestigio por los suelos luego de saberse que uno de sus anteriores empleados se colocó en posiciones relevantes en el Congreso de la República y convenció a sus superiores para que le permitieran depositar millonarios fondos en Mercado de Futuros, devengando intereses que a juicio de expertos son modestos porque generalmente esa entidad ofrece rendimientos que son el doble de los que percibía el Congreso.
Lo que pudo ser, en efecto, un negocio privado entre un general retirado y dirigente de un partido político con una casa de bolsa, alcanza otros ribetes en el contexto de la posición que tiene la empresa en el escándalo que se ha dado luego de conocerse que el Congreso desvío fondos para esa entidad que, según se supo por confesión propia, pagaba comisiones a funcionarios corruptos para que les llevaran los depósitos a plazo fijo.
El problema actual es que el lodo está alcanzando a todos y aun aquellos que se sentían ajenos al escándalo por no tener responsabilidades en la junta directiva han sido embarrados con el consiguiente escarnio para toda la clase política y para el sistema democrático que hace aguas de manera más que evidente. Y el peor remedio que pueda encontrar un político es el de adoptar la actitud de gato bravo cuando lo que se espera de ellos es una explicación lógica y congruente.