El padre


En la sociedad moderna un hogar adecuadamente integrado se fundamenta en una pareja; si bien el rol de la madre es más intenso por su permanente presencia, el rol del padre es igual de significativo y trascendente; no sólo le corresponde la primera responsabilidad de proveer a su hogar, sino su conducta, su ejemplo serán fundamentales en la formación de sus hijos.

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

Un padre sabe que sus obligaciones son distintas; sin embargo, son igual de importantes que las de su pareja en el seno del hogar. La evolución de nuestra sociedad permite que el padre cumpla, no sólo con su rol tradicional, sino en muchas oportunidades sea el complemento dentro del hogar; qué significativo y elogiable es ver que en los primeros años de vida de los niños, el padre complemente a la esposa en las labores domésticas: bañar a los niños, cambiarles los pañales, alimentarlos, evidenciando con ello su responsabilidad y su amor. El concepto antiguo que el varón no debí­a complementar a la esposa en éstas y otras actividades es un mito que no tiene fundamento en la actual realidad social.

En nuestra sociedad existe un significativo número de parejas que se desintegran, por lo regular la prole queda bajo la custodia de la mujer, ello no significa que el padre deje de tener responsabilidades; si bien la separación o el divorcio hace que la relación con sus hijos sea menos cercana, no puede ser, ni debe ser motivo de alejamiento. No puede descartarse que el varón en determinadas circunstancias sea por viudez o por un divorcio de mutuo acuerdo quien conserve la guardia y custodia de los hijos, se convierta en «mapa». En estas circunstancias, le corresponde aún mayor responsabilidad y obligación de velar por el desarrollo moral y educativo de los hijos que Dios le otorgó.

En una separación o divorcio hay dos responsables: la mujer y el hombre, como personas maduras e inteligentes deben encontrar la forma y la manera en la que los hijos se vean lo menos afectados, ello implica que ambos cumplan, sin obstáculos, con sus roles y responsabilidades hacia sus hijos.

En este mes se ha ido, poco a poco, instituyendo el «Dí­a del Padre» y aunque no se le da la misma trascendencia e intensidad en su festejo que el Dí­a de la Madre, no significa que no sea una fecha en la que todos aprovechemos para manifestar nuestro respeto, reconocimiento y cariño hacia quien conjuntamente nos dio el ser.

De la misma forma que según nuestra tradición Judea cristiana vemos en el Ser Supremo a nuestro Padre Celestial, debemos ver en nuestro padre humano la representación del respeto, de los principios, del ejemplo, de lo que debemos de tratar de ser y por qué no superar, porque nuestro padre normalmente nos abre, nos allana el camino, hecho que nos permite desarrollarnos y avanzar en los primeros años de nuestra vida con mucha mayor facilidad.

Deseemos que el Dí­a del Padre sea un dí­a de alegrí­a, de testimonio; tanto de los hijos como de la esposa, una fecha de celebración que nos permita a todos compartir y manifestar nuestro respeto y nuestro testimonio de cariño a quien es o fuera nuestro padre si es que ya no tenemos a ese ser querido a nuestro lado. En mi caso en particular, puedo dar fe que tuve un padre que fue ejemplo de trabajo, éxito y responsabilidad en nuestro hogar; por lo que, al igual que mis hermanas, debo decir gracias Señor por el padre que nos otorgó. «El Señor nos lo dio, el Señor se lo llevó». Bendito sea nuestro Padre y nuestro Señor.