La hambruna y la solidaridad


Todo gobierno bueno proviene de Dios y sirve para bien de la humanidad. Y el del ingeniero ílvaro Colóm Caballeros no ha de ser obra de la casualidad sino del Altí­simo para que pueda afrontar la hambruna que se presenta en el paí­s recién entrado a gobernar, por causa de los explotadores del petróleo y sus naciones que los apoyan, como de sus émulos y similares nacionales en un hecho de lesa humanidad.

Santiago Villanueva Gudiel

Su lema de: TIEMPOS DE SOLIDARIDAD es bastante esperanzador para afrontar la crisis, es lo más atingente a las circunstancias para atenuarla, si no se llegara a solventar totalmente, porque solidaridad es estar uno a favor de los otros para alcanzar el bien, y no unos contra los otros o todos contra todos para fácilmente lograr el mal que unos pocos desean.

Lo que este paí­s o cualquiera otro necesita es precisamente solidaridad, porque en nuestro suelo esas acciones ya estaban sepultadas en la conciencia humana con la mortaja de sus valores y virtudes morales y sociales, y en el olvido. Ahora que se les resucita y resurgen, hagámosle espacio en los corazones, y evitemos que se contamine el aire oxigenado que se necesita para sobrevivir a la hambruna.

Tanto han faltado estas virtudes de la solidaridad que ya estábamos acostumbrados a la extorsión económica de la tienda o súper de la esquina, como al aumento a pasajes y fletes, en las tortillas y el pan, etc. tanto en el cantón, caserí­os y aldeas, colonias y poblaciones, y practicado por aborí­genes, ladinos y extranjeros, sin ninguna simpatí­a, gentileza, ni ayuda al necesitado. Hemos sido indiferentes a las necesidades de los demás en el simple y diario caminar en el mismo camino sin solidaridad. La moneda con la que solemos pagar la convivencia local es de cobre enmohecido que sale a la cara, y no con acciones que luzcan solidaridad de buenos vecinos, ciudadanos y seres humanitarios.

Lo ilustra el hecho reciente de haberse autorizado el precio del pan a 30 centavos la unidad; pero valiéndose siempre de la flojedad de las leyes, de sus disposiciones como de las autoridades que debieran hacerlas cumplir para bien de la población, se toleró la venta a 33 centavos la unidad por tres panes por un quetzal, quedándose con 9 centavos de cada quetzal de más ganancia y no dieron cuatro panes ni por 20 centavos más, amasando ganancias deshonestas. Y este primero de mayo se elevó su costo a 40 y 50 centavos la unidad, y nunca se ha dicho el peso que debe tener cada unidad o bocado, porque aquí­ no se vende por kilo como sí­ en otros paí­ses desarrollados. ¡Ah… las leyes! Siempre dejan una puerta trasera de salida al delincuente para su escape.

Parecida desconsideración sufren alumnos y sus padres en muchas escuelas públicas de educación primaria, donde por algunos maestros se les exige la compra de libros de estudios de altí­simo valor para la generalidad, aun viendo a los niños mal calzados y vestidos, y además desnutridos, ellos también son indiferentes a las realidades que los rodea en su localidad y a la solidaridad.