Dilema


También entre nosotros los columnistas, existe el dilema. Dilema que se presenta en cada oportunidad en que habrá que construir el tema de nuestra columna. Hoy, también al estar frente a la computadora escribiéndola, me asalta al tener que decidir sobre que escribir. ¿Sobre la trenza de corrupción que salpica a los polí­ticos estadounidenses, cuando se descubren los lazos mafiosos de personajes como los candidatos a la presidencia de ese paí­s (Obama con Tony Resko y McCain con Lieberman, el ultraderechista Buckley, y Steinhard con su grupo de multimillonarios que apoyan la guerra en el medio oriente)? ¿Sobre la descarada actuación de los miembros del serpentario llamado Congreso de la República, cuando se tapan con la misma chamarra, porque difí­cilmente haya alguien que no tenga «la cola machucada»? ¿Sobre el descaro del alcalde Arzú, cuando encabeza la «Marcha contra el Hambre», cuando él es parte causante de ella con sus entregas mafiosas de los bienes nacionales y sus negocios a costillas de esa misma población a la que ahora sonriente, pretende proteger?

Carlos E. Wer

¿O acerca de la nueva masacre ocurrida en Japón, por otro fanático de los videojuegos, poniendo nuevamente en evidencia la responsabilidad sobre la mente de ellos en esa clase de asesinatos? ¿Qué han hecho nuestros miembros del Congreso para detener esa escuela de asesinos que se llaman videojuegos? ¿O sobre la recién terminada Asamblea de la FAO, en la que los paí­ses industrializados, encabezados por los Estados Unidos, le dieron la espalda a los paí­ses del tercer mundo en los que condenan a millones de seres humanos a la desnutrición y la muerte? ¿O a la payasada del representante del Programa Mundial de Alimentos, que en la marcha del domingo antepasado, declarara que no debemos preocuparnos porque «hay comida para todos»? ¿Por qué si la hay, sin necesidad de crisis alimentaria, tenemos en Guatemala más de cincuenta por ciento de niños menores de cinco años en estado de desnutrición? ¡Farsantes!

Esa Asamblea llevada a cabo en Roma, presentó a los nuevos paí­ses de Suramérica, con una posición clara de denuncia de las polí­ticas neoliberales, globalizadoras por la crisis. Les encontró en el valiente enfrentamiento a los poderes económicos del mundo, coincidiendo con organizaciones de todas partes del mundo que señalan al Libre Comercio y sus aparatos de presión, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial (con todo y sus «sicarios económicos») de crear las condiciones de esta crisis alimentaria que ha venido conformándose a través de los últimos años, para hacer efectiva la maldita inteligencia de esa bestia apellidada Kissinger del «Globla 2000».

Sin embargo, no fue suficiente la lucha presentada por Suramérica. Las conclusiones de la Asamblea y los paí­ses que viven bien, a costa de la miseria del tercer mundo, no sólo fueron tibias y evasivas, sino siguen con su desalmada paja de que será hasta el año… (del caldo), en el que reducirán «un porcentaje» de la miseria imperante en el mundo. Y seguirán, como los farsantes aquí­ en Guatemala, que ofrecen ayuda al campesino y pequeño productor para que cultive «productos de exportación», con los que saben harán plata ante la indetenible alza de los precios.

Insensatos? ¡Están jugando con fuego!, ¿no se dan cuenta que están empujando a la mayorí­a de la población a la desesperación?… ¿y no se recuerdan que los grandes alzamientos populares están alimentados por ella?

Para quienes nos señalan de antiestadounidenses, de comunistas de subversivos y no se cuanta pendejada más, quisiera recordarles que lo único que deseamos quienes de verdad conocemos y amamos a este paí­s, es que se cumplan en nuestra Guatemala los tres principios que ese ayer, gran paí­s, dejara escritos en el Preámbulo de su Constitución, que representaba el primer estado perfectamente soberano: 1. El principio de la Soberaní­a Perfecta, nacida de la filosofí­a de Nicolás de Cusa y Godofredo Leibnitz, así­ como del Tratado de Westafalia. 2. Del principio universal del Bien Común y 3. El principio universal de Posteridad, señalando con ello la responsabilidad de legar a las futuras generaciones los medios para continuar con el desarrollo y crecimiento fí­sico, mental y espiritual.

Para toda esa partida de insensatos que mantienen la explotación, el saqueo y el robo de todo lo que le es propio a todos los guatemaltecos, sólo podremos recordarles que ante un incendio, no existen categorí­as de ciudadanos. Que se queman y se mueren igual los ricos como los desheredados y que la única fórmula, para evitarlo es la paz. Paz que debe de coincidir con la sentencia bí­blica de ¡Donde no hay justicia, no hay paz!