Bendito el hombre que ha llegado al término de su existencia, y encontró las alas mejores para volar a la eternidad.
César Guzmán
cesarguzman@yahoo.com
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Bendito el ser que concluyó su viaje por este mundo, y se vio en la estación final, para abordar el tren de la felicidad.
Bendito el humano que ha cerrado sus ojos para las bellezas materiales, pero que de ahora en adelante los abrirá para disfrutar de las verdaderas maravillas.
Bendito aquél que aprendió a valorar lo espiritual y glorioso, porque su cuerpo se ha convertido en polvo, pero su alma brilla en el Cielo, con todo su esplendor.
Bienaventurados los que mueren en el Señor, porque para ellos, la muerte sólo es el gozoso nacimiento a la Vida Perpetua en el Reino de Dios.