«Quiero que compres gasolina, me la riegues en todo el cuerpo, y me prendan fuego». Le dijo el padre a su hija, al enterarse que tenía sida. «No papá, cómo va a pedir usted eso; nosotras estamos aquí apoyándolo en todo y no tiene porque sentir vergí¼enza, pues no estamos para juzgarlo; al contrario, vamos a luchar con usted, contra esa enfermedad». Al oír esta conversación otro hombre que también esperaba su turno para entrar a la clínica de la psicóloga del Estado que les daría una charla acerca de la actitud que deberían tener para aceptar la enfermedad, se puso a llorar. Y es que en la aldea donde viven, se han enterado que algunas familias, han construido cuartos de lamina retirados de las humildes viviendas, para ir a dejar a sus enfermos solos, sin comida y agua, para que mueran pronto. Esto sucede en Guatemala a diario, y el Estado hace muy poco para luchar contra esta epidemia.