El sida y el Estado


Mauricio Henriquez, A-1 538534

«Quiero que compres gasolina, me la riegues en todo el cuerpo, y me prendan fuego». Le dijo el padre a su hija, al enterarse que tení­a sida. «No papá, cómo va a pedir usted eso; nosotras estamos aquí­ apoyándolo en todo y no tiene porque sentir vergí¼enza, pues no estamos para juzgarlo; al contrario, vamos a luchar con usted, contra esa enfermedad». Al oí­r esta conversación otro hombre que también esperaba su turno para entrar a la clí­nica de la psicóloga del Estado que les darí­a una charla acerca de la actitud que deberí­an tener para aceptar la enfermedad, se puso a llorar. Y es que en la aldea donde viven, se han enterado que algunas familias, han construido cuartos de lamina retirados de las humildes viviendas, para ir a dejar a sus enfermos solos, sin comida y agua, para que mueran pronto. Esto sucede en Guatemala a diario, y el Estado hace muy poco para luchar contra esta epidemia.