Hace poco se terminó una interpelación en el Congreso. La Constitución Política de la República, faculta a los diputados a citar a sus oficinas a los funcionarios de Estado, o a interpelarlos ante el pleno de la Asamblea Legislativa. Pero lamentablemente esos foros de discusión se han vulgarizado y se han convertido en un circo para atacar a los funcionarios de turno, y de paso, hacerse propaganda política anticipada. Estos ejercicios democráticos deberían ser una oportunidad para discutir verdaderamente los grandes problemas del país o discutir las diferentes ideologías y puntos de vista sobre el tratamiento de diversos temas. Pero al final, solamente son un frío recuento de los gastos en que se han incurrido, sin que se discuta la filosofía de los planes y programas que se están implementando, menos aún de las necesidades que se buscan solucionar. La auditoría social es necesaria, pero como su nombre lo dice, debe ser la sociedad organizada quien fiscalice por medio de los mecanismos creados y que no se utilicen esos procesos para hacer un show político.