Francia Monzón: actitud y pintura


¿Cuáles son los esquemas que quiebran las obras de los artistas originales? Uno está tentado a responder que son los esquemas técnicos o formales, pues la originalidad exige e impone una nueva forma de ver y concebir el arte.

Juan B. Juárez

Sin embargo, tal respuesta peca de precipitada y superficial, pues la originalidad no se refiere tanto a los aspectos formales cuanto a los de actitud, contenido y concepto (es decir de ética y conocimiento) de los que resulta una nueva manera de ver no el arte sino la realidad. Esta nueva manera de ver la realidad que abre una obra original tuvo que superar, antes que nada, los prejuicios que nos obstruí­an la mirada y nos daban una imagen falseada que determinaba no sólo un juicio estético viciado sino, aún más grave, una conducta inconsecuente con respecto a la verdad profunda. Debemos admitir, entonces, que la obra original nos enfrenta a nuestros propios prejuicios y que lo que quiebra son los esquemas mentales y morales que gobiernan nuestra relación con el mundo. A esto se debe que la obra de arte original -originalidad que no es una novedad formal-, en cuanto enfrentada con prejuicios y esquemas preestablecidos, implica siempre una actitud muy peculiar, de convicción, fuerza y valentí­a, para lograr precisamente que imponga no su originalidad sino su verdad.

Más que una privilegiada disposición natural para la pintura y el dibujo y de una bien aprovechada formación académica, la obra de Francia Monzón (Guatemala, 1974) tiene su origen en esa peculiar actitud. Demás está decir que tal actitud no es una pose de artista a la moda, sino que es una respuesta que surge desde el núcleo de una existencia alterada en sus nervios y neuronas, agitada por angustias y pasiones que sólo nuestra época puede provocar.

Viendo su trabajo desde la perspectiva de esa actitud, podemos afirmar que ella no sólo posee un buen oficio, una fértil imaginación o una sensible exacerbada sino que, además, esgrime esas virtudes, las blande con valentí­a, lucidez y consecuencia. Así­, sus imágenes son algo más que figuras humanas distorsionadas por la emoción u obsesivos paisajes mentales: son propiamente personajes creados que actúan y muestran sus perturbadores poderes de seducción y su peculiar poética agresiva -que no excluye la ternura y la indefensión- en escenarios presentidos que van desde lo arquetí­pico y primordial hasta lo puramente fantástico.

Valiente: su pintura es una especie de afirmación punzante y acerada que arremete con cierta ferocidad en resguardo de una interioridad irrenunciable y vulnerable acosada sin tregua por todos los flancos, incluso en el í­ntimo terreno de los sueños y deseos.

Lúcida: poseí­da por angustias, delirios y pasiones, es evidente que las emociones no la desbordan; únicamente afilan su oficio, dan claridad y frialdad intelectual a sus ideas e intuiciones y precisión y alcance metafórico y simbólico a su expresión.

Pero quizá lo más significativo y angustioso es que esa actitud no sólo caracteriza el original estilo y la inusual temática de una esclarecida artista joven: también define, a su manera, a una época, a una sociedad, a una cultura: la nuestra, la actual.