Tras reiterar que es un mandato constitucional la organización del Estado para proteger a la persona y a la familia y que su fin supremo es la realización del bien común, el Congreso de la República conmemoró en Sesión Solemne el XXIII aniversario de la Constitución Política que fue promulgada por la Asamblea Nacional Constituyente el 31 de mayo de 1985 y que cobró vigencia el 14 de enero de 1986.
El presidente del Congreso, doctor Eduardo Meyer, en su alocución hizo una reseña histórica sobre los hechos que antecedieron a la construcción de la democracia en nuestro país que resumió como una interminable sucesión de eventos constituyentes y de constituciones fallidas con la sola excepción de la Constitución Política de 1945, que dio vida al ideal compartido por el pueblo en su revolución de octubre de 1944.
«En 1985 nos volvimos a reunir invocando el poder soberano del pueblo en una nueva Constituyente y construimos el documento que hoy celebramos en sus 23 años de existencia, tiempo largo para regir periodos constitucionales, pero corto en la vida de los pueblos en donde la sucesión por la vía electoral pacífica y libre ha marcado un nuevo rumbo con nuestra infatigable búsqueda de una democracia real», recordó.
Sin embargo, Meyer, hizo hincapié que la democracia política no es suficiente, toda vez que la población demanda también una democracia económica que ponga a su disposición los satisfactores de su sustento diario, digno producto del esfuerzo honrado y de la porción alícuota que le corresponde como parte esencial de los procesos productivos que le niegan salarios dignos y mejores condiciones de vida, comentó.
Pero sin duda, la carencia que más debe preocupar en el desarrollo de este proceso constitucional es la insensibilidad a la necesidad de fortalecer a las instituciones que forman parte fundamental de una vida republicana, basada en el estado de derecho.
En tal sentido indicó que «hay que entender que sin partidos políticos la sustentación de la democracia desaparece para dar lugar a la anarquía o corporativismo colectivo, base histórica del surgimiento de las dictaduras de Estado más oprobiosas que registra la historia de la humanidad».
«Por eso me resisto a pensar que quienes proponen una reforma constitucional más que la modernización del Estado estén induciendo a una reducción con el fin de hacerlo parasitario e innecesario y que sus funciones sean progresivamente asumidas por quienes creen que el capital está por encima de la valoración ética del trabajo y trabajador» «El poder del Estado no puede reducirse para entregárselo a las élites que dominan los procesos productivos y que condicionan al resto de la sociedad a sus intereses», concluyó.