Alejo Carpentier


Alejo Carpentier, escritor cubano que deslumbró en la primera mitad del siglo XX.

Jaime Barrios Peña

El gran escritor cubano transitó siempre por un camino de búsqueda, hacia las raí­ces antiguas del origen y los cambios sufridos en el encuentro de las culturas, europea, indí­gena y negra; en la creación un nuevo mundo simbólico de lo individual y universal. Su obra resulta notable, como novelista y como periodista cultural. Siempre recomendó a la juventud, buscar sus propios motivos nativos y alejarse de la imitación etnocéntrica occidental. En una conferencia afirmaba que a lo universal sólo se llegaba por la ví­a de lo autóctono. Sobre sus viajes a las islas caribeñas, escribió amplias crónicas, exclamando: «El ciclón antillano habrí­a de merecer, también, los honores de una mitologí­a.»


Carpentier junto a Fidel Castro.

Para Carpentier, el arte haitiano merece una especial reflexión, en las nuevas formas del vudú y la manera como eran usadas ciertas creencias populares, en relación con los principios del vudú y sus contactos con la poesí­a, el folclor y la música. Escribió sobre la riqueza etnográfica y literaria de Haití­ y la manera peculiar como los escritores haitianos combinaban el lenguaje popular y el lenguaje culto, aproximándose a la lengua francesa en el créole. Infortunadamente estos elementos culturales, cayeron en manos de extranjeros que les atribuí­an maleficios y magia negativa, sin llegar a comprender su profundo trasfondo mí­tico en la creación de un nuevo mundo real maravilloso.

Su concepción de lo real maravilloso la desarrolla posteriormente en su libro El reino de este mundo, 1948; esquema que seguirá en todas sus obras de ficción. Al respecto dice: «A cada paso hallaba lo real maravilloso. Pero pensaba, además, que esa presencia y vigencia de Lo real maravilloso no era privilegio único de Haití­, sino de la América entera donde todaví­a no se ha terminado de establecer por ejemplo, un recuento de las cosmogoní­as. Lo real maravilloso se encuentra a cada paso en la historia del continente.»

Resulta importante recalcar que esta idea, la crea Carpentier no como un estilo o conjunto de referentes formales en la creación literaria, sino como una respuesta a la penetración conjugada del mito que es aplicable a todo fenómeno humano o natural y a las otras expresiones religiosas, mágicas y folclóricas. En este plano se enlaza al realismo mágico como necesidad de superar el molde lineal para lo cual es imprescindible acudir al mito, la fantasí­a, el sueño, lo grotesco y el humor. En definitiva se trata de rebasar los lí­mites de la realidad cotidiana para adentrarse en los caminos de lo fantasioso y a veces inverosí­mil.

En El siglo de las luces y El reino de este mundo, el escritor deposita las nuevas y las viejas banderas del ser mestizo latinoamericano; los siglos y los mundos se hacen indiscernibles en la profundidad de su nueva dimensión simbólica. El mundo utópico se ubica como un fondo peculiar y conspirativo.

Carpentier en sus ricas construcciones imaginarias camina con los tatuajes del tiempo, que le cubren como capas geológicas pero que no le impiden jugar con la fantasí­a oní­rica, en donde nada se pierde de la totalidad humana. El encuentro de las edades, de los pueblos y de los seres posee para él, su espacio propio entre la vigilia y el sueño, entre el principio y el fin.

En Los Pasos perdidos y antes en El Reino de este mundo, Carpentier ofrece la presencia de nuestras tradiciones, la excelencia de nuestras creaciones y las raí­ces fecundas de América. Carpentier, en su permanente búsqueda literaria nos muestra los planos sumergidos a veces intactos en la primera significación de nuestros orí­genes. En Los pasos perdidos hay una especie de lectura jeroglí­fica, que requiere ser traducida con la clave de lo real maravilloso; por eso el escritor atrapa al lector y lo hace vidente de su propio tiempo. Aún más, en forma profética, señala los procesos integradores y desintegradores de nuestro continente en el orden polí­tico y social.

En El Siglo de las luces, Carpentier mueve a los personajes reales en la controversia ideológica y enlaza así­, las polaridades que conforman y dan vida al discurso mestizo. El escritor está convencido que el ser humano como ser dialéctico, se libera de las formas rí­gidas y alienantes y en su creación está sujeto a elevaciones supremas y a desgarramientos; esta idea explica el barroquismo autóctono de nuestro hemisferio. En esta novela los personajes son depositarios de la esperanza, la ilusión y la reconstrucción humana, siempre amenazadas por la tiraní­a y su locura de exterminio.

En Los Pasos Perdidos se concreta una dimensión alegórica y el encuentro de un mundo ideal en todo el texto. Viaja por un paí­s sin nombre propio y en el fondo con ritmos primitivos. El ambiente transmite tensión revolucionaria lo que le obliga a buscar la selva, en donde con un grupo que le ayuda, busca un lugar para instalar un mun talidad y favorecen el espí­ritu creador. Allí­ se enamora y revitaliza con los do utópico. La selva le motiva por la fuerza de los negros que conservan gran vi orí­genes propios del ser humano.

Europa y Norteamérica le recuerdan las guerras y se lanza de nuevo a la búsqueda de Los Pasos Perdidos, en donde el escritor proyecta sus aspiraciones e ideales frente a una realidad conflictiva que destruye sus deseos utópicos. El Siglo de las Luces es considerada como una de las mejores novelas de Carpentier. Se puede resumir su argumento como el lapso entre el siglo de las luces francés y su derrumbamiento. El personaje Esteban vive la tiraní­a de Ví­ctor Hugues como gobernador de Guadalupe y la decadencia de una revolución francesa trasplantada. Viaja por las islas terriblemente decepcionado sin encontrar el lugar de sus ideales, por lo que se refugia en la fuerza viva y salvadora de la naturaleza. Todo el texto se mueve dentro de paradigmas de personajes históricos. Se observa en sus ideas una profunda búsqueda y convicción por la libertad y la reconstrucción. Se trata, en definitiva, de un mensaje de esperanza y unidad que constituyen dos perspectivas sinceras y deseadas de la vida.