Al Presidente le quedan seis meses para entregar el cargo. Aunque tenga la esperanza de ser el “primer caballero†de la Nación, al resolverse favorablemente para él la elección y su re-matrimonio en enero, debería imaginar, como peor escenario, su salida definitiva del gobierno. Hay muchas cosas que, en su lugar, yo trataría de dejar concluidas, pese a que en muchas otras no queda nada por hacer. Como mínimo, tomaría medidas ejecutivas en dos esferas: pondría en libertad inmediata a todos los dirigentes del movimiento social que estén presos por sus protestas, en particular a Ramiro Choc, y despediría de las fuerzas armadas y de seguridad a todos los responsables de muertes en desalojos y otros ataques de violencia contra el movimiento popular. Lo haría por elemental justicia y no para canalizar votos para Sandra Torres.
Hay otras medidas que yo tomaría todavía, en aras de la dignidad nacional y también personal. Para tomarlas se requiere de algo que muchas y muchos guatemaltecos creen que el Presidente no tiene, por lo que aún puede demostrar lo contrario. El 4 de junio de 2010, hace prácticamente un año, luego de la erupción del Pacaya y de los estragos de la tormenta tropical ígatha, el Presidente solicitó al Gobierno de Estados Unidos que se otorgara el TPS (protección temporal) a las y los guatemaltecos indocumentados en ese país. Las autoridades estadounidenses dieron a conocer que Guatemala cumplía con los prerrequisitos y que se evaluaría la situación para dar una respuesta. Por otras vías, que sólo WikiLeaks podrá revelar, el Embajador recomendó a Colom que no se agitaran las aguas y el gobierno guatemalteco y las organizaciones de migrantes periféricas al mismo se silenciaron. Posteriormente, pese a nuevas calamidades causadas por las lluvias, se fue dando largas al asunto sin que el gobierno estadounidense diera su respuesta, pese a las múltiples evaluaciones realizadas “en el terrenoâ€.
Para colmo, cuando se conoció que Estados Unidos había llevado a cabo experimentos médicos inhumanos en Guatemala en el decenio de 1940 y Obama y Clinton se vieron obligados a presentar disculpas a nuestro país, por teléfono, explícitamente se eliminó de la agenda cualquier mención del TPS. En la práctica, al concluir 2010, Guatemala había padecido el mayor número de deportaciones de Estados Unidos en toda su historia. Finalmente, cuando los migrantes presionamos para que se solicitara una entrevista entre Obama y Colom, la solicitud guatemalteca fue ignorada.
A estas alturas, corresponde al presidente Colom tomar dos acciones de cara a Estados Unidos y es lo que yo haría sin dudarlo dos veces. En primer lugar, enviar una carta diplomática de protesta ante el presidente Obama, por no haber recibido Guatemala una respuesta definitiva sobre el TPS después de un año de espera. En segundo lugar, comunicar al Gobierno de Estados Unidos que Guatemala no acepta el nombramiento como Embajador de dicho país de una persona que ha jugado un papel determinante en la CIA, debido al negro papel jugado por dicha agencia en Guatemala. Estos dos gestos le merecerían a ílvaro Colom especial reconocimiento de los migrantes y del movimiento de derechos humanos y movimiento social, al igual que una salida más airosa de la Presidencia.