Observar las estrellas es un verdadero desafí­o


John Spack, astrónomo aficionado, posa con un telescopio valorado en 25 mil dólares, en un montí­culo utilizado para la observación de estrellas en Chicago, Illinois.

Contemplar un cielo estrellado es un verdadero desafí­o en las grandes ciudades de Estados Unidos y suele ser muy frustrante para aficionados a la astronomí­a como John Spack, de Chicago, quien se las ingenió para armar su propio observatorio en la azotea de su casa.


En Chicago, como en muchas otras metrópolis, la iluminación urbana conspira contra quienes quieran observar a simple vista algo más que la luna y las estrellas más brillantes.

Sin embargo, en las noches claras, este contable de 51 años sube por una estrecha escalera hasta el observatorio personal que construyó por 25 mil dólares sobre su dormitorio.

«He ahí­ Saturno», dice Spack mientras regula el telescopio. «Se pueden ver sus anillos», añade.

La contaminación luminosa es tan fuerte en Estados Unidos que dos tercios de los norteamericanos ni siquiera pueden ver la Ví­a Láctea desde sus jardines. Y el halo de algunas urbes es visible a más de 300 kilómetros a la redonda, según el servicio de Parques Nacionales.

Los principales culpables: las farolas mal diseñadas, cuya luz se dispersa hacia arriba o hacia los costados, con el consiguiente enorme desperdicio de energí­a.

«Â¿Cómo puede la gente tener interés en ver algo si al levantar la vista se encuentran con un resplandor anaranjado?», se lamentó Peter Strasser, consejero técnico de la Asociación Internacional de Cielos Oscuros (International Dark Sky Association). «La gente literalmente no sabe lo que se pierde», añadió.

Pero la comunidad de astrónomos aficionados resiste, e incluso si el urbanismo sigue ganando terreno a las zonas rurales que ofrecí­an antaño una noche totalmente oscura, el interés creciente por la eficacia en el ahorro de energí­a brinda una esperanza de cambio.

La creciente luminosidad del cielo también fue compensada por el hecho de que los telescopios de gran potencia son más asequibles, destacó Marni Berendsen, responsable de una red de clubes de astronomí­a.

«Los telescopios que los aficionados pueden procurarse hoy, son en muchos aspectos equipamiento profesional y permiten por lo tanto hacer un trabajo de profesionales», añadió.

John Spack recuerda que su pasión por las estrellas se remonta a su niñez, pero que debió abandonarla debido a la complejidad de su telescopio manual.

Hoy, recorre visualmente el sistema solar a voluntad y explica: «Puedo despertarme, ver si hace buen tiempo, ponerme ropa de abrigo, abrir el domo y está listo».