Cuando Guillermo Rodas, de Lima, Perú, creció, se despertó en él la vanidad y le importaba mucho el «que dirán». Entonces ya no le gustaba salir con su mamá.
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Siempre inventaba excusas para que sus amigos no conocieran a su progenitora, pues le daba vergí¼enza.
í‰l, gracias a que no le faltaba nada y le dejaban todo el tiempo para estudiar, era respetado por sus compañeros, pues obtenía excelentes notas. Todos pensaban que provenía de una familia pudiente.
Sin embargo, aquel complejo de Guillermo se transformó en gratitud hacia su madre al ver que sus compañeros lo admiraron más desde aquel día en que, por casualidad,la conocieron a ella.
Se dieron cuenta de que ella, sin manos, ganaba el sustento y luchaba por hacer de su hijo un gran hombre.
MíS BRILLANTE QUE UN RAYO DE SOL ES UN SACRIFICIO DE AMOR