UN REGALO DE CORAZí“N


Aquella ancianita, Eugenia Aguilar, era extrañada en los pasillos del asilo ya que, mientras la mayorí­a tomaba el sol, ella permanecí­a encerrada en la biblioteca.

César Guzmán
cesarguzman@yahoo.com

Pasar el tiempo leyendo, era su único y gran placer.

Pero, a partir de cierto dí­a, doña Eugenia también salió a recibir sol.

Todos se asombraron.

Unos pensaron que era por el frí­o de enero; y otros, porque ya empezaba a decaer; pero pocos sabí­an la verdad.

Doña Eugenia ya no podí­a leer más, porque habí­a vendido sus únicos anteojos para enviar un regalo de cumpleaños a su hijo que estaba preso y no tení­a a nadie más por él.

SI QUIERES SUBLIMES ACTOS DE AMOR, MIRA A UNA MADRE.