En un 3 de mayo de hace 539 años nació Nicolás Maquiavelo, cuyos consejos son compatibles con la «corrección política» actual. El estudio de su obra elevaría el rendimiento profesional de nuestros políticos. No es cuestión de preferir el puñal o el veneno, como se acostumbraba en la época del florentino, sino recurrir a la astucia del zorro y la fuerza del león para que el ejercicio del poder sea efectivo.
Maquiavelo repite que el gobernante debe comportarse como un amigo o como un enemigo, evitando los comportamientos intermedios. Si el enemigo no puede ser eliminado hay que convertirlo en amigo, porque no hay nada más peligroso que un enemigo herido. Otra obligación profesional del nuevo gobernante es desprenderse cuanto antes de quienes lo encumbraron. Dependiente de sus patrocinadores al comenzar su gestión, es urgente emanciparse de ellos. De otro modo, nunca ejercerá el poder, sin que cuente la gratitud porque tampoco los financistas obran de manera desinteresada. Para liberarse de ellos, Maquiavelo aconseja dos operaciones: buscar nuevos aliados que le deban su posición a él y no a la inversa, y apoyarse en el pueblo.
Alfonso Portillo así lo comprendió cuando tomó distancia de su «mecenas», Francisco Alvarado Macdonald, pero lo hizo tardíamente. Además, no buscó el respaldo popular para enfrentar las medidas de liberalización económica que afectó los monopolios de los dueños de la economía. En cambio, Colom ha puesto alrededor suyo a sus acreedores, por lo que tiene un margen de maniobra muy limitado.
Maquiavelo también aconseja que el gobernante haga todo el mal de golpe y el bien de a poco. Si el mal es inevitable, desencadenándolo de un solo golpe los gobernados sentirán alivio por el mal que no aumenta y esperanza por los pequeños bienes. Aquí es donde más ha fallado el presidente Colom para frenar la inseguridad. Un duro golpe contra los narcotraficantes en El Gallito (como ocurrió en Pavón y que catapultó a Giammattei) habría evitado el horror de la balacera que cobró víctimas inocentes en una escuela en la zona 3. Colom tampoco demostró firmeza para limitar y castigar los excesos de la Policía Municipal de Tránsito cuando agredieron a agentes de la Policía Nacional Civil, lo que le habría ganado la simpatía de los capitalinos, entre quienes tiene menos adeptos y más críticos de su gestión balbuceante.