¿Que si hay racismo en Guatemala? Nadie con tres dedos de frente en el país se atrevería a negarlo. Sin embargo, sólo se animará a decir eso: que sí lo hay. Desde los Acuerdos de Paz, se ha intentado impulsar que nuestra nación en multicultural, ¿es cierta la afirmación? ¿De dónde viene el racismo? ¿O desde dónde? Vivimos en un país que se consume lentamente sin saber por qué motivo.
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La propaganda oficial dictamina que somos un país compuesto por varios pueblos. Esto se ha modificado a lo largo de los últimos años. La condición multicultural pasó de moda, para adoptar un término más específico: intercultural.
Anteriormente, se creía que el término que identificaba a una nación con varias culturas conviviendo entre sí, era multiculturalismo. Sin embargo, en ningún país, pueden convivir las culturas sin poder influirse mutuamente.
Por ello, el término interculturalidad denomina la condición de que varias culturas convivan en un mismo territorio, con la aceptación de que se influyen mutuamente. Algunos rasgos de una cultura se adoptan por la otra, y viceversa.
Cuando se habla de racismo, básicamente el discurso oficial se limita a decir que somos 24 pueblos (otras fuentes difieren en el número de culturas) conviviendo en un mismo país, evadiendo la pregunta básica.
Pero, ¿cuáles son los orígenes del racismo en Guatemala? Ante esta pregunta, atendimos a una entrevista con Mario Roberto Morales, cuya tesis doctoral lo hizo abordar el tema del racismo, el mestizaje y la interculturalidad en el país.
De acuerdo con el académico, el tema del racismo sólo se ha abordado desde un punto de vista de las posiciones de poder, es decir, explicado como un fenómeno desde los sectores poderosos hacia los subalternos. «Sin embargo, en Guatemala lo que existe es una interdiscriminación», explicó.
Esto se refiere a que las diferentes «etnias» ha marcado sus rechazos. La diferencia es que el racismo de los sectores de poder es económicamente perjudicial para los demás.
RAíCES ECONí“MICAS
Para comprender mejor el racismo en Guatemala, Morales abordó desde un punto de vista historicista este fenómeno. Durante la Colonia, las diferencias entre criollo e indígena no sólo era étnica, sino eminentemente económica.
Los indígenas fueron obligados a ocupar el último estrato de la sociedad. En ese entonces, ser indígena significaba estar en el último eslabón económico.
Ante el mestizaje, los grupos mestizos ocuparon una posición un poco más alta que los indígenas. A lo largo del tiempo, el grupo que no se identificaba con el indígena quería identificarse con mejores posibilidades económicas.
Por ello, esencialmente, para Morales, el racismo se debe combatir desde dos frentes: una transformación económica para que las diferencias sociales se rompan, una país desarrollado en donde ser indígena no implique necesariamente ser pobre; la segunda, una transformación cultural, en donde se considere como interés nacional luchar contra el racismo, pues esto conllevaría a un beneficio para todas las partes.
ARTICULAR LAS DIFERENCIAS
La articulación de las diferencias es el tema central del libro homónimo de Mario Roberto Morales. Articular las diferencias culturales dentro de una nación, implica reconocerse un pueblo intercultural, mestizo; no se siente superior uno del otro, sólo cree que hay algunas diferencias, que enriquecen, por supuesto.
No es posible considerar que todos somos iguales, pero tampoco que somos completamente diferentes. Reconocer nuestras diferencias, como riqueza, es una postura más sana para una nación.
«La noción de mestizaje intercultural que proponemos parte de la premisa de que Guatemala es un mosaico o ensamble de diferentes culturas, énfasis y especificidades culturales que conviven en el mismo territorio pero de manera conflictiva por razones económicas y de prejuicios étnicos. Ningún grupo social está exento de tener prejuicios étnicos y culturales. Esta convivencia intercultural tiene infinidad de puntos de contacto que originan hibridaciones culturales e identitarias que son las que precisamente conforman los espacios del mestizaje cultural. Son, pues, estos innumerables puntos de contacto de la convivencia interétnica e intercultural lo que, a nuestro modo de ver, caracteriza al país (y a la América Latina), y no las diferencias aisladas y sin articulación (…)», dictamina en su libro «La articulación de las diferencias o el síndrome de Maximón».