Gerardi, memoria viva


Imagen de la manifestación del pasado sábado en honor de monseñor Gerardi, a diez años de su asesinato.

Por razones de tiempo y espacio no pude publicar esta reseña la semana anterior, en ocasión de haberse conmemorado el décimo aniversario de la muerte violenta del Obispo Juan Gerardi Conedera; pero aún es oportuno presentar el libro del Hermano Santiago Otero Diez, fms, como un homenaje a quien fuera el coordinador del Informe Interdiocesano para la Recuperación de la Memoria Histórica -REMHI-, a cuya publicación se atribuye la causa de su asesinato.

Eduardo Villatoro
eduardo@villatoro.com

Conocí­ al extinto Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Guatemala a principios de 1988, aproximadamente, cuando recién se habí­a instalado la Comisión Nacional de Reconciliación, durante el gobierno del presidente Vinicio Cerezo, en virtud de que don Juanito (como lo llegué a llamar durante los siguientes tres años) era el vicepresidente de esa instancia -llamada a contribuir a establecer la paz en Guatemala-, en su calidad de representante suplente de la Conferencia Episcopal.

Después de presentar el REMIH

Un dí­a que no recuerdo con exactitud fui llamado para fungir como secretario ejecutivo de la CNR, y cuando me apersoné en la casa de la desaparecida escritora Teresa Bolaños de Zarco, designada Ciudadana Notable como integrante de la Comisión, me presentó al Obispo Gerardi, quien ocupó durante breves dí­as la presidencia de la CNR, en ausencia temporal del titular, el ahora Cardenal Rodolfo Quezada Toruño, para entonces Obispo de Zacapa y presidente de la Conferencia Episcopal.

Durante el perí­odo en que me desempeñé en el cargo mencionado, tuve la oportunidad de establecer una relación amistosa con don Juanito, aunque no asistí­a a todas las reuniones de la CNR, porque monseñor Quezada era el representante titular de la Iglesia Católica, como queda dicho.

Transcurrió el tiempo, participamos en las primeras reuniones exploratorias con comandantes de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, especialmente en San José de Costa Rica, en búsqueda de poner fin a la guerra interna, finalmente se llegó a la firma de los Acuerdos de Paz, y antes de este acontecimiento cada quien de los integrantes de la CNR retornó a sus actividades regulares, en 1991.

En 1996 asumí­, por segunda ocasión, la presidencia de la Asociación de Periodistas de Guatemala, funciones que me permitieron reiniciar mis relaciones con monseñor Gerardi, en vista de que, entre otros asuntos de interés común, la APG también presentó a la Comisión del Esclarecimiento Histórico su informe acerca de los periodistas asesinados por los gobiernos militares.

En la madrugada del 27 de abril recibí­ un telefonema. Tomando en cuenta la hora presumí­ que no se trataba de una noticia agradable. Efectivamente. Un compañero de la junta directiva de la APG me avisó acongojado que el Obispo Gerardi, a la sazón también director de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado -ODAH-, habí­a sido encontrado muerto la noche anterior en el garaje de su residencia, ubicada en la parroquia de San Sebastián, justamente dos dí­as después de haber presentado el REMIH.

El libro de Otero

Se han escrito varios libros acerca de la trayectoria de don Juanito, pero no es hasta ahora que tengo a la mano una obra que relata pormenores de la niñez, adolescencia y juventud de quien llegarí­a a ser obispo de las diócesis de La Verapaz y de Quiché, cabalmente una de las regiones más golpeadas por la violencia de la guerra interna y durante el perí­odo más trágico de la represión militar, a causa de lo cual monseñor Gerardi se vio obligado a abandonar el paí­s.

Sin embargo, el autor del libro «Gerardi, memoria viva», modestamente admite que «no pretendemos aquí­ una biografí­a acabada de su larga y rica trayectoria histórica, para lo cual se necesitarí­a mucho tiempo de investigación. A partir de los datos disponibles y los testimonios de quienes lo conocieron más de cerca, queremos trazar las lí­neas fundamentales de su vida, que nos ayuden a situar mejor el testimonio de su entrega final».

El Hermano Santiago Otero advierte en la contraportada y siempre escribiendo en primera persona plural, que «si alguien supo de momentos difí­ciles en la vida fue Monseñor Gerardi. Lo vamos a ver en la medida que nos adentremos en las páginas de esta narración biográfica en la que nos encontraremos, sin duda, con el rostro, el saber, el caminar, la historia y la espiritualidad de un verdadero hombre de Dios».

En esas mismas páginas de la obra de Otero, anota el propio autor, «Nos encontraremos frente a frente con el defensor de los derechos humanos, el luchador contra la impunidad y promotor de la justicia, en su trayectoria de vida».

De una manera muy resumida se le podrá ver en sus años de infancia, en el seminario, como joven sacerdote y obispo. Se narran con especial detenimiento las vicisitudes que monseñor Gerardi padeció en Quiché, cabalmente, sobre todo durante los terribles años de la década de 1980, así­ como su partida al exilio, el retorno a su tierra y su lucha por la promoción y defensa de los más pobres.

Es que el obispo asesinado hace 10 años -subraya el Hermano Santiago Otero Diez- «fue un impaciente y perseverante buscador de la verdad, como fundamento del perdón y la reconciliación entre los guatemaltecos».

Créditos

Personalmente me llama mucho la atención que ni en la carátula ni en las primeras páginas del cuerpo del libro, aparezca el nombre de Otero Diez, lo que viene a demostrar la profunda modestia y humildad del autor.

Sólo porque necesariamente tiene qué consignarse en los créditos de la obra, se menciona el nombre del Hermano Santiago, abajo del siguiente párrafo «Esta publicación se realiza bajo los auspicios de Amerindia, el Movimiento Monseñor Gerardi, la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala y el Departamento Ecuménico de Investigaciones, de Costa Rica».

Es una publicación de la editora La Copia Fiel, la Antigua, Guatemala, abril de 2008.