La reciente visita del presidente ílvaro Colom a Washington debe catalogarse como positiva. En primer lugar, se reunió con los grupos organizados de migrantes, el cual ha sido uno de los sectores más olvidados de la Nación.
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En segundo lugar, la visita correspondió a una invitación directa del presidente George W. Bush, hecho que no había ocurrido desde hace varios presidentes atrás. De hecho, el ex presidente Berger pidió por meses esta reunión privada, pero no le fue concedida. Ahora fue al revés, el mandatario de Estados Unidos quiso citarse con el chapín.
Varios logros, al parecer, se alcanzaron en esta visita; y, por primera vez, un Presidente pide de frente y sin agachar la cabeza el Estatuto de Protección Temporal (TPS, en inglés) para los migrantes guatemaltecos.
Sin embargo, no hemos caído en la cuenta del gran error que cometió el presidente Colom al desperdiciar esta reunión privada con Bush, pidiéndole el TPS. ¿Por qué? Este estatuto se otorga únicamente a los migrantes de los países que están en guerra o han sufrido un desastre natural, y Guatemala no se encuentra bajo ninguno de los dos rangos. El mandatario guatemalteco ni siquiera puede argumentar que los altos índices de violencia son como «estar en guerra», pues él mismo se ha esforzado por manifestar la baja del número de asesinatos diarios.
Desde ese punto de vista, el presidente Bush tiene la decisión muy fácil al rechazar la solicitud de TPS. Y, en dado caso quisiera asumir una posición compasiva con los migrantes guatemaltecos, la coyuntura electoral de Estados Unidos hace más que imposible que se conceda este estatuto, sobre todo porque echaría por la borda el único tema baluarte del partido Republicano, es decir, la «Tolerancia Cero» para los migrantes indocumentados.
Según han referido grupos de migrantes en Estados Unidos, en la reunión previa que tuvieron con el presidente Colom, el domingo pasado, le explicaron por qué no era viable solicitar el TPS; en vez de ello, le sugirieron que solicitara otros puntos a favor de los migrantes; por ejemplo, pedir el cese de las redadas contra los migrantes, solicitar una moratoria a las deportaciones, o proponer prórrogas para implementar ciertas políticas.
Entre éstas, se pudo haber pedido una prórroga a la conocida como la Ley 2-45 i, que obliga a los migrantes indocumentados casados con estadounidenses, que salgan hacia su país de origen para arreglar sus papeles migratorios, lo cual significa que familias se tengan que separar entre dos y cinco años. Sin esa ley, los cónyuges indocumentados podían tramitar sus papeles sin salir de Estados Unidos.
A pesar de estos criterios, los cuales ya conocía el presidente Colom previo a citarse con Bush, porque los grupos de migrantes le explicaron las propuestas, el mandatario chapín (¿no sé qué le pasó?), pidió el TPS, tal vez pensando en que podía empezar por ese punto y luego desarrollar las otras propuestas.
Sin embargo, a Bush no le interesaba mucho este tema, y con un «lo voy a pensar», cambió rápidamente de tema, probablemente hacia la instalación del Plan Mérida en nuestras fronteras, que para Estados Unidos es más interesante.
El tema migrante ya no debería ser tratado con el presidente George W. Bush, porque su poder político se ha diluido con el año electoral. Sería más productivo conversar con los actuales candidatos a la Presidencia, porque de ellos podría depender en mayor medida la decisión. Asimismo, hay que recordar que la mayoría de políticas, incluyendo las migratorias, pasan por las dos cámaras del Legislativo estadounidense, y muchas de las propuestas no pueden ser simplemente aprobadas por el Presidente. Bush fácilmente puede decir que no al TPS para Guatemala, y los migrantes seguirán soportando una difícil situación de persecución en tierras gringas. ¡Qué desperdicio de oportunidad!