El impacto de la crisis económica sigue haciendo estragos en los hogares guatemaltecos que ahora tienen que hacerle frente a incrementos en el valor del transporte como consecuencia del incremento al diésel que es utilizado por el sistema de transporte colectivo. De hecho, todos los habitantes de los suburbios urbanos tendrán que pagar más por el incremento que se ha decidido y que tiene explicación en el alza de costos de operación.
Y es previsible que en los días subsiguientes suban de precio otros productos porque el transporte se encarece afectando toda la cadena de producción. Los precios de la energía en Guatemala van a subir por fuerza, porque la dependencia que tenemos de plantas térmicas que queman energía no permite hacerse ilusiones. Y ahora que el INDE se hizo cargo de vender la energía subsidiada para la tarifa social, es natural que el resto de consumidores tengan que depender más de esa energía cara, por lo que el aumento ha de golpear a la mayoría de usuarios.
Aquella idea de que estábamos bien preparados para soportar la crisis se irá desvaneciendo en la medida en que la presión social se vaya manifestando luego de los incrementos en el costo de vida que hacen inmanejable la situación para la mayoría de hogares que deben renunciar a lo esencial para subsistir. Lamentablemente la situación no es halagadora y pinta en realidad para que nos preocupemos seriamente por lo que se vislumbra, sobre todo porque como hemos dicho muchas veces, no hemos aún tocado fondo o mejor dicho, la economía mundial no ha llegado a tocar fondo y falta todavía para que se llegue al momento en que la crisis principie a revertirse.
Aun aceptando y entendiendo que el problema de los precios no es causado por el Gobierno y que las autoridades nacionales tienen poca capacidad de maniobra para compensar el impacto de la inflación importada y, lo peor aún, la recesión que proyectará otro tipo de perjuicios, entre ellos una merma en las importaciones de bienes guatemaltecos y una baja en el flujo de las remesas familiares. Y en condiciones de desesperación, los pueblos no andan viendo quién se las debe, sino que se preparan para ver quién se las paga y eso es algo que tenemos que visualizar desde ya porque en la medida en que se vayan complicando las cosas para el guatemalteco común y la necesidad apriete, veremos acciones que apuntarán a dificultades de gobernabilidad. Anunciar esa seria posibilidad no es cuestión de agoreros, sino de realismo para que las consecuencias de esta crisis no nos vaya a agarrar con los calzones en la mano.