Cien dí­as de gobierno


El gobierno de ílvaro Colom empieza a dejar de ser flamante. La estrategia electoral de ofrecer cambios significativos en cien dí­as no logró disminuir la ansiedad popular ante el estado de indefensión provocada por los crí­menes de la delincuencia organizada. El dilema del régimen podrí­a consistir en escoger entre los dos estados de ánimo que Ortega y Gasset detectó con notable perspicacia. Uno corresponde a la alteración por alcanzar metas, al tratar de volcarse al alter, a «lo otro» que rodea al gobernante. La otra opción es recurrir a la meditación, para hacer un balance o una reformulación de lo realizado en poco más de tres meses. Al segundo estado de ánimo, Ortega lo denominó «ensimismamiento». La persona que insiste en lo que está viviendo, a pesar de la necesidad de detenerse y reflexionar, se encuentra «alterada». En cambio, la persona que se marca a sí­ misma el alto y reflexiona, está «ensimismada».

Marco Vinicio Mejí­a

No se puede vivir en interminable ensimismamiento, pues se paralizarí­a la acción. Gobernar es, por lo pronto, actuar. En determinadas circunstancias, la alteración debe ceder el paso al ensimismamiento que, si es fructí­fero, abrirá las puertas a un nuevo y más satisfactorio perí­odo de alteración. El «ensimismamiento» del presidente Colom tiene mucho de mortificación al admitir que no cumplió lo prometido durante la campaña electoral.

Cien dí­as y se acentuaron las amenazas. La primera es inmediata, ante la creciente alza del precio del petróleo. La otra proviene de su propio entorno familiar. Según la tesis de Carl Schmitt, el acto primordial de la acción polí­tica es la designación del enemigo. Según sea el enemigo elegido, lo demás vendrá por añadidura. El mayor peligro para Colom es el poder que ha delegado en su esposa Sandra. Sólo el tiempo dirá si ha sido una decisión acertada y mientras no estallen los escándalos de corrupción.

Ante la premura social, no basta con rápidos arreglos en una economí­a inestable. Es fariseí­smo ofrecer cambios sin arriesgar la posición personal, ya que el dilema es lograr sortear diez años de compromisos adquiridos con sus patrocinadores electorales, sin defraudar las expectativas de quienes lo eligieron.

Necesario es reclamar una pronta y cumplida justicia tributaria; enfrentar el poder paralelo de Arzú en la alcaldí­a metropolitana; la serenidad ante los vaticinios que provoca el cambio climático; la superación de paparruchas en nombre de la solidaridad y, como guinda, evitar ser el blanco predilecto de las conjuras periodí­sticas.