Octavio Paz, pasión, poesí­a y crí­tica


Octavio Paz fue un hombre lleno de poesí­a y ensayos inmerso en la modernidad. A diez años de su fallecimiento continúa vigente en la literatura latinoamericana este pensador, cuya obra nos remite al diálogo por medio de la crí­tica para buscar la verdad. Su obra siempre está vigente porque se nutre de argumentos.

Carlos Cáceres

Especial impacto para su vida fue vivir en España y estar presente en esa etapa tan trágica como lo fue la guerra civil. Por esta razón, en 1937 pudo comprender el significado de estar junto a los republicanos y expresarse contra cualquier forma de dictadura.

Octavio Paz (1914-1998) es expresión razonada y en él hay brillantez. Este aspecto es visible en su poema La llama doble («Entre el hacer y el ver, /acción o contemplación, /escogí­ el acto de las palabras». Paz permanece en el contexto de una cultura sin dogmas y no se le puede rechazar por su posterior posición antimarxista, después de la caí­da del socialismo real, o por sus crí­ticas a la revolución cubana. Al recibir el Premio Nobel de la Paz, otorgado por los libreros de Francfort, Paz realizó una severa crí­tica a la revolución sandinista.

Paz se encuentra entonces inmerso en la polémica, Se puede hablar de sus aportes llenos de entusiasmo social como se expresa en su poema ¡No pasarán! (1937), lo cual le permitió ser invitado al II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas -donde coincidió con Pablo Neruda y Nicolás Guillén- o modificarlo años más tarde cuando estaba contratado por la televisión mexicana. Con relación a este aspecto, es difí­cil dar la razón a quienes quemaron su efigie en el Paseo de la Reforma, en México, o quedarse con el criterio: «La poesí­a mexicana descansa en Paz». Ambas son expresiones polarizadas.

Su primer libro fue Luna silvestre y, posteriormente, fundó el diario El Popular, así­ como la revista El hijo pródigo. Obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia para escritores, en especial por su libro El arco y la lira. En 1981 le otorgaron el Premio Cervantes, al cual se considera el más importante de las letras en castellano. Referirse a Paz significa destacar su lucidez como ensayista en textos como El laberinto de la soledad (1950), expresión de la cultura mexicana donde se anula la posibilidad de cualquier dogma y es una asimilación de virtudes y defectos de la esencia popular mexicana.

Paz fue un hombre inmerso en la polémica. Como intelectual no compartió los métodos de los regimenes impositivos del socialismo real, y escribió para lograr reflexión en sus lectores. Con relación a esta postura, Mario Santi destaca: «Lo que vemos es una progresiva desilusión con cierto tipo de izquierda y la simpatí­a mayor con los nuevos Estados democráticos». Pero también es reconocida la congruencia polí­tica de Paz cuando renunció a su cargo como embajador de México en India por las acciones contra lo estudiantes mexicanos en Tlatelolco (1968). Los dirigentes de izquierda o derecha nunca aceptaron la presencia de Paz como parte de su expresión ideológica. Además, nunca se planteó el poeta su presencia en alguna parte de este péndulo polí­tico. Al regresar a México (1974) publicó el libro El mono gramático, donde «disuelve los lí­mites entre prosa, poesí­a y ensayo para indagar en torno al sentido del lenguaje y su relación con la realidad». No es posible dejar de referirse, aún en el estrecho espacio periodí­stico, al libro Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, donde se encuentra el análisis literario y circunstancia biográficas de esa personalidad española.

Octavio Paz presenta su obra como una continuidad de su pensamiento y debe analizarse en conjunto pues en él hay poesí­a (Piedra de sol), el más conocido de sus poemas, Blanco, El arco y la lira, La estación violenta, Salamandra) y análisis con relación a la creación poética, meditación relativa a la pintura, y expresión vinculada al ensayo a través de libros como Ladera este, así­ como textos de la vida polí­tica mexicana. Del arte a la polí­tica. Octavio Paz y la búsqueda de la libertad de Yvon Grenier, se refiere a la actividad e imaginación polí­tica de Paz, a quienes los estudiantes de 1960 y 1970 leí­an ya sea con un fervor propio de la militancia o para rechazarlo con el mismo í­mpetu.

Puede considerarse a Paz como un hombre común y supo compartir con sus semejantes su existencia cotidiana, sin entrar en sutilezas lí­ricas. Le dio a la vida su simple autenticidad, lo cual le permitió compartir con poetas mexicanos y de otras partes del mundo. Para algunos, Paz fue un hombre dentro de una literatura que se manifiesta como «un silencio que habla»: un espacio para ordenar espacios fónicos. Es posible. Pero lo especial de Paz es su forma para adecuar los sí­mbolos. Su espí­ritu es de inconformidad ¿Cuál es la necesidad de ubicarlo en una tendencia literaria?

En abril se cumplen diez años de la muerte de Octavio Paz, Premio Nóbel de Literatura. La dirección de la revista Plural le permitió compartir con los lectores sus pensamientos e ideas. Cubrió un importante espacio cultural en la sociedad mexicana, sin embargo, la dejarí­a en 1977 para impulsar un proyecto propio a través de la revista Vuelta. Cada palabra y silaba escrita por Paz siguen expresando un especial sentimiento para las generaciones que leyeron o continúan haciéndolo.

Paz se encuentra en el mundo de la realidad con sus ensayos y es expresión imaginativa con sus poemas. En cualquiera de sus expresiones literarias no hay amargura. En él hay un juego formal del lenguaje que permite la facilidad de su lectura. Es un peculiar discurso donde se integra la fuerza de su poesí­a con la intensidad de su expresión en el ensayo.