Obviamente el Gobierno no puede cruzarse de brazos frente a las necesidades de más de un millón de guatemaltecos que viven en Estados Unidos, muchos de ellos de manera ilegal porque forzados por la necesidad traspasaron la frontera en busca de oportunidades para alcanzar ingresos que les permitan a ellos y los suyos una vida más digna. Pero tampoco puede hacer mucho ante el Gobierno de Washington porque, como ya lo dijo el embajador norteamericano la semana pasada, no hay forma de proporcionarles a ellos el trato especial que tienen los otros centroamericanos.
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Sin embargo, creo que hay que ver el problema desde una perspectiva más profunda y es la búsqueda de apoyo en Estados Unidos para impulsar programas de desarrollo en Guatemala que permitan a los chapines encontrar las oportunidades en su propia tierra, sin tener que arriesgarse a todo lo que tiene que vivir el migrante. Es de interés de los Estados Unidos frenar el flujo migratorio y ello no es posible salvo si aquí hay mejor inversión social y se asegura a los habitantes del país que tendrán opciones para que su trabajo y sacrificio les proporcionen mejor condición de vida. Está demostrado que el guatemalteco es un buen trabajador, apreciado en el extranjero, y que es capaz de generar ingresos aun en condiciones adversas como las que tienen que sufrir los que viajan ilegalmente. Se sabe que esas personas son explotadas por muchos que se aprovechan de la condición de ilegales para pagar menos salario, para forzarlos a trabajar más tiempo y aún así, nuestros compatriotas logran ahorrar lo suficiente para mandar remesas a sus parientes aquí. Si eso no es muestra de lo que puede hacer un chapín cuando es remunerado en forma aceptable, no hay cómo demostrar la grandeza de nuestra gente.
Pero en su propio territorio el trabajo extenso y eficiente no permite siquiera satisfacer elementales necesidades y por eso es que nuestra gente se va. Urge que aquí tengamos mejor desarrollo y condiciones de trabajo más dignas para que nuestra gente se quede a ser parte del proceso para engrandecer a Guatemala.
Y Estados Unidos, que gasta miles de millones en guerras y en levantar muros inútiles que no contienen la migración, debiera entender que el apoyo a programas de desarrollo social es la mejor inversión para su propia seguridad y para evitar el flujo de ilegales hacia sus fronteras. Una decidida inversión en estos países que son vistos como su traspatio sería mucho más efectivo que gastar en policías fronterizas, en muros, en la famosa y tenebrosa «migra» y en seguridad interna.
Además, no se puede olvidar que en casos particulares como el de Guatemala, ellos fueron autores de una agresión que detuvo un proceso de modernización económica y que prolongó el régimen feudal por muchos años. Con la complicidad de acaudalados guatemaltecos que no entienden la importancia del desarrollo, actuaron en contra de un gobierno legítimo y las consecuencias todavía se sienten en el país y vale la pena recordárselos porque, quieran o no, son responsables de lo que sucede en Guatemala.
No podrán detener la migración, como no lo harán con el consumo de drogas mientras haya demanda en Estados Unidos, porque el problema es de subsistencia para quienes emigran. Aquí están condenados a morir de hambre y prefieren correr el riesgo de morir en un desierto con tal de tener siquiera una oportunidad. Mientras no entiendan que la migración es resultado de la inequidad existente en Guatemala, nada detendrá ese fenómeno.