Californianos sufren por el combustible caro


A casi cuatro dólares por galón (3,8 litros), los habitantes de California padecen en carne propia el dramático aumento del combustible en una región de Estados Unidos donde el auto es vital y las distancias cuasi infinitas: cambian a hí­bridos y salen menos.


Liberal, vanguardista, ecológico, paisajes de ensueño, amantes de actividades al aire libre y muy caro: son las principales caracterí­sticas que suelen resaltar turistas y habitantes de California, el rico «Estado Dorado» en el oeste de Estados Unidos, donde disponer de un vehí­culo es tan importante como comer pero encender el motor cuesta entre 3,8 y 4,23 dólares por galón.

«Recientemente tuvimos que vender nuestros dos autos y comprar uno sobre todo por razones económicas, pero nuestras preocupaciones ecológicas influenciaron también nuestra decisión para adquirir un hí­brido», contó Jorge Montijo, editor de sonido de cine y televisión, casado con una maestra de escuela pública en Los Angeles.

Según este profesional de la industria del entretenimiento, se le hací­a cuesta arriba pagar los seguros de dos automóviles, estacionamiento y afrontar el aumento del combustible, que este fin de semana llegó a 3,8 dólares -el de 87 octanos- en la mayorí­a de las estaciones de servicio.

Desde que hicieron este cambio en febrero: «uso el metro para ir al trabajo. Es confiable y cuesta menos que pagar el estacionamiento», dijo este habitante del centro de la ciudad, aseverando que notaron un «ahorro de al menos 200 dólares al mes».

«Los precios del combustible son verdaderamente ridí­culos (…). Nos estamos convirtiendo en consumidores cautelosos porque la inflación parece afectarnos directamente», añadió este ingeniero de sonido que representa a la clase profesional californiana que aprecia comer en restaurantes, asistir a conciertos y conocer parques nacionales, «cosas que hemos recortado», sostuvo.

Melvin Cortez, un profesor de una escuela de distrito en los suburbios de Los Angeles, recorre diariamente cerca de 131 km (82 millas) de su casa en Long Beach -«donde me alcanzó el dinero para comprarme vivienda», al trabajo en La Puente (este de Los Angeles).

«Yo me gasto 378 dólares al mes en gasolina», contó Cortez, quien hace poco cambió su automóvil porque al ser un modelo viejo le sumaba unos 350 dólares más al presupuesto mensual por las constantes reparaciones mecánicas.

«Mi vida se está afectando por el aumento de los precios del combustible, ahora tengo que trabajar más horas para hacer más dinero», dijo este educador de 34 años que hace poco empezó a impartir clases los sábados y hacer guardias escolares extras.

Al menos sostiene que «ama su trabajo» así­ como también admite que está «gastando menos dinero en comprarse cosas y salir» de su casa, porque como todas las personas entrevistadas, el alza del precio del combustible es un factor adicional en el costo de los servicios básicos y la comida, para los estadounidenses.

«Estoy yendo menos de lo normal a los bares. Ahora prefiero ir al gimnasio a quemar calorí­as que gastar mi dinero en los «happy hours» (de los bares) o quemando combustible en el tráfico», contó Cortez.

Las ventas de camionetas y autos ocho cilindros han sufrido un marcado descenso, dijeron fuentes en varios concesionarios.

«Hace dos años estábamos vendiendo entre 300 a 350 vehí­culos al mes, ahora estamos en 200 a 250 al mes», reveló Roger Cowan, gerente de ventas del concesionario Community Chevrolet en el suburbio de Burbank.

Cowan indicó que están se están vendiendo mucho más que antes los autos pequeños de cuatro y seis cilindros, mientras ha caí­do entre 25 y 35% la venta de 4×4 y vehí­culos grandes, que han sido una de las caracterí­sticas más llamativas de las preferencias de los estadounidenses.

«La gente no nos está dando más camionetas para venderlas, pero no las compran como antes», dijo el vendedor de un consesionario que también recibe los autos usados para ponerlos a la venta.

Al confirmar un aumento importante de vehí­culos hí­bridos aclara: «Honestamente, no creo que la gente los está comprando por coherencia ambiental sino porque se ahorran dinero».