X Aniversario de la muerte de Monseñor Gerardi


Este sábado se cumplen diez años del horrendo asesinato del Obispo Juan Gerardi. Serán muchos quienes rindan homenaje, como yo, a sus cualidades humanas, religiosas y polí­ticas. Tuve el privilegio de tratarlo durante el proceso difí­cil de buscar la paz para Guatemala y reconozco sus grandes aportes a ese objetivo, así­ como su particular buen humor y agudeza, que contribuyeron a sus tareas diplomáticas. Su mejor legado, sin embargo, fue la entrega a su pueblo de la verdad y la historia del conflicto armado interno.

Raúl Molina Mejí­a

Su vida tuvo mucha significación; pero también su muerte tuvo un impacto para el paí­s y todaví­a nos plantea múltiples retos. Para él, culminó su entrega religiosa con el martirologio. Para el paí­s, su muerte trasladó el ominoso mensaje de que el terror no concluyó con la firma de los Acuerdos de Paz. Por ello, muchos salimos a la calle a reiterar «nunca más» a las muertes por motivación polí­tica. Diez años después, aún no hemos ganado esta batalla. Todaví­a se mata a campesinos y a activistas sociales y polí­ticos por sus luchas. Todaví­a impera la cultura de la violencia y la muerte. Cualquiera mata, desde el Estado, aumentando con ello la espiral de violencia, hasta el ratero de bus urbano, pasando por las muertes por desnutrición y hambre.

Este X aniversario debiera convocarnos, una vez más, a la lucha por la vida. Gracias a la gesta revolucionaria del 44, los guatemaltecos no viví­amos para la muerte a mitad del siglo XX. Como Monseñor Gerardi supo documentar, fue la tremenda represión importada como idea foránea después de 1954 basada en la doctrina de la seguridad nacional, la que rompió nuestro compromiso nacional con la vida. Y es la impunidad de esos crí­menes y de los que han venido después, incluso modalidades de abuso de poder y corrupción, la que intensifica y multiplica la violencia.

De hecho, la impunidad se mantiene también en el caso de Monseñor Gerardi. Si bien algunas personas guardan prisión por su asesinato, recordemos que es por el delito de complicidad y no por su autorí­a. Para nadie cabe la menor duda de que el hecho violento, pese a los intentos de darle cariz de delincuencia común, fue la respuesta inmediata e implacable de una casta al informe REHMI, que responsabilizó al Estado de la gran mayorí­a de hechos de sangre durante el conflicto. Lamentablemente, los autores intelectuales y algunos materiales siguen cubiertos con el inmenso manto de la impunidad.

Mientras siga reinando la impunidad en el paí­s -más de 200 mil muertos claman justicia- no saldremos de los ciclos de violencia mortal que nos abruman. Verdad, justicia, sanción, resarcimiento y perdón son los pasos obligados para llegar a la reconciliación nacional por la que Monseñor Gerardi vivió y murió. Gobierno y sociedad tenemos la responsabilidad de no perder más tiempo y hacer justicia, ya que no podemos seguir sacrificando a las nuevas generaciones a vivir en la violencia que las generaciones anteriores sembraron.