La llama olímpica, símbolo de paz y amistad entre los pueblos, se ha convertido en una pesada carga que ha obligado a acortar su recorrido y a desplegar enormes medidas de seguridad para evitar las manifestaciones protibetanas.
Se esperaba que fuera una gran fiesta. Los 137 mil kilómetros de trayectoria de la antorcha por los cinco continentes tenían como objetivo celebrar el ideal olímpico y asegurar la promoción y universalidad de los Juegos Olímpicos que se celebrarán en Pekín del 8 al 24 de agosto.
Los incidentes, sin embargo, se multiplican desde el 24 de marzo en Olimpia, cuna de los juegos. La ceremonia del encendido de la llama resultó perturbada por tres militantes de Reporteros Sin Fronteras (RSF) que protestaban contra la represión china en Tíbet.
Este golpe de efecto, difundido por las televisiones del mundo entero, contribuyó a transformar el relevo de la antorcha (un invento nacido en los juegos de Berlín de 1936 organizados por los nazis) en una tribuna para la causa tibetana que dejó en segundo plano el aspecto deportivo.
«Contrariamente a lo que dicen los chinos, siempre se ha mezclado deporte y política y esto no se ha hecho más que reforzar con la mundialización y la mediatización del evento», destaca Dominique Moisi, consejero especial del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI).
Las etapas del recorrido en Londres, marcado el 6 de abril por las manifestaciones y las numerosas detenciones de militantes antichinos, y en París, donde la antorcha finalizó el recorrido encerrada en un autobús, acabaron dando al relevo de la antorcha un carácter absolutamente político.
«Globalmente, podemos decir que la llama se ha convertido en una carga. En todo caso, está causando un gran apuro a los países occidentales y democráticos», añade Moisi. «Se hace todo para no ofender a las opiniones públicas, pero al mismo tiempo sin ir demasiado lejos para evitar las represalias (de China). La llama se ha convertido en el rehén de las contradicciones de los actores», concluye.
Ante este panorama, diversas voces se han levantado para exigir la interrupción del relevo, incluso en el seno del movimiento olímpico. «No consideramos ese escenario», zanjó el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Jacques Rogge, el pasado 8 de abril.
Tras su tumultuoso paso por Londres y París, la llama, custodiada por unos misteriosos guardias chinos, fue parcialmente escondida en las etapas siguientes.
Su recorrido, además, fue modificado en el último instante, por ejemplo, en San Francisco, el 9 de abril, Dar es Salaam, la sola incursión de la antorcha en ífrica, o Islamabad.
Lejos de las imágenes festivas de los relevos en ediciones precedentes, el recorrido de la llama dio un giro absolutamente grotesco el jueves en Nueva Delhi.
Rodeados por los guardia chinos y bajo la atenta mirada de 16 mil policías y soldados, los participantes en el relevo corrieron cada uno apenas unos metros a lo largo de un recorrido de tres kilómetros escasos entre el palacio presidencial y la Puerta de India, un arco del triunfo militar.
La carrera en el corazón de la ciudad, absolutamente desértico, duró 35 minutos y más de 200 manifestantes pro tibetanos fueron detenidos en todo el país.
La llama viajó posteriormente a Tailandia, donde el viernes estuvo confinada en un gran hotel de la capital, Bangkok.
El caótico recorrido continuará en Asia: Kuala Lumpur el domingo y Yakarta el lunes, antes de poner dirección a Australia, donde el recorrido por las calles de Canberra no se hará público hasta 48 horas antes de su llegada.
El símbolo iniciará el 4 de mayo su periplo a través de China, que le llevará a Tíbet del 19 al 21 de junio, antes de acabar finalizar el mismo el 8 de agosto en Pekín, fecha de la inauguración de los juegos.
Unas 4 mil personas, según la policía francesa, en particular estudiantes y expatriados chinos en Francia, se reunieron hoy en París para apoyar la organización de los Juegos Olímpicos de Pekín y criticar a los medios de comunicación.
Una pancarta con fotos de una deportista china minusválida que llevó la llama olímpica en París y a la que unos manifestantes trataron de arrebatar la antorcha fue desplegada en medio de gritos como «Pekín JO» o «ínimo Pekín».
Numerosos manifestantes se vistieron con camisetas en las que se podía leer inscripciones como «Una China, una familia» y «Hagamos de los JO un puente no un muro».
«Nos manifestamos contra la desinformación de los medios de comunicación franceses y occidentales», declaró Thierry Liu, uno de los portavoces de la manifestación.
Los manifestantes distribuyeron entre los peatones y curiosos una serie de folletos destinados a «dar a conocer a la verdadera China, la que los medios de comunicación no presentan» y para denunciar las supuestas «falsas informaciones suministradas por muchos medios occidentales sobre China».
París, una de las primeras capitales en recibir la antorcha olímpica en su periplo hacia Pekín, el 7 de abril, fue escenario de numerosos incidentes, protagonizados por manifestantes protibetanos y defensores de los derechos humanos.
Paralelamente, el presidente Nicolas Sarkozy dejó en suspenso su participación en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos en Pekín.
Tras las protestas del gobierno chino en las últimas semanas, hoy manifestantes salieron también a las calles en diversas ciudades del gigante asiático para protestar por esa actitud de Francia.