«Estás perdiendo tu tiempo con eso de escribir sobre el cambio climático, porque a la gente no le gusta leer artículos de contenido científico, sobre todo viniendo de vos».
eduardo@villatoro.com
Así fue de puntual fue la expresión de mi amigo Roberto, reconociendo que a mis lectores y a los guatemaltecos en general les es indiferente el calentamiento global, por una parte, y por la otra, me dio a entender que yo no soy el más autorizado para enfocar esta clase de fenómenos, en vista de que suelo publicar artículos frívolos que denomino pomposamente humorísticos.
Sin embargo, en contra de la opinión de Roberto, otros pocos lectores que me escriben al respecto, evidencian de que algo estoy logrando, por mínimo que sea, en lo que atañe a formar conciencia sobre la ominosa herencia que dejaremos a nuestros nietos y demás descendencia si permanecemos impávidos ante el grave problema en el que ya estamos inmersos.
Por supuesto que sólo soy un simple periodista que carece de los profundos conocimientos del caso; pero para eso tengo al alcance de la mano el servicio de la Internet, que no sólo proporciona información confiable al navegar por el ciberespacio, sino que, como su nombre lo indica, recibo correos electrónicos que contienen los más recientes datos científicos y los esfuerzos de quienes se ocupan tiempo completo en divulgar los modestos avances que se realizan -en comparación con la inmensidad del conflicto- y de las acciones que se proyectan ejecutar, para evitar que sobrevenga la catástrofe que en pocas décadas pueda provocar la extinción de millones de especies en el planeta y ponga en riesgo la misma sobrevivencia del hombre.
Pero estoy convencido de que llegará el momento en que la mayoría de los seres humanos, especialmente los gobernantes, políticos y empresarios, tomarán conciencia de las consecuencias que provoca el cambio climático, tal como ha ocurrido con el humo del tabaco. Hace pocos lustros, probablemente nadie se habría imaginado que en Europa, Canadá, Estados Unidos, Australia y otras naciones industrializadas no se permitiría fumar en cualquier parte. Actualmente, los fumadores de esos países «están confinados a unos pocos espacios al aire libre», en palabras de mi casi amigo (aunque él no lo sabe) Stephen Leahy, un periodista cuyos despachos suelo leer, gracias a los mensajes que me envía mi compatriota Raquel.
Para el caso, cita al director del Proyecto sobre Cambio Climático de la Universidad de Yale, Anthony Leiserowitz, quien señaló que para que ocurriera una modificación de la conducta de las personas acerca de la perniciosa dependencia de fumar (que ha alcanzado incluso a Guatemala, aunque muy lentamente) tuvo que ocurrir un cambio importante en los valores relativos al hábito de fumar. «Las leyes contra el tabaquismo, los impuestos más elevados a la producción y venta de cigarrillos y el conocimiento en torno a los impactos en la salud del fumador activo y pasivo fueron, entre otros, los factores que condujeron el cambio» le dijo el científico al periodista Leahy, corresponsal de la agencia IPS.
En las naciones industrializadas, la mayoría de la población está preocupada por el calentamiento de la Tierra, incluyendo las emisiones de gases invernadero, parcialmente responsables del fenómeno, pero lo ve como un problema abstracto y no logra establecer la conexión con eventos climáticos como el huracán Katrina, que devastó al estado norteamericano de Lousiana, en agosto de 2006. Si lo anterior ocurre en esos países avanzados, las circunstancias son más patéticas en Guatemala y en el resto de América Latina, cuyos habitantes ignoran, por ejemplo, la ilación del cambio climático con el aumento de los huracanas y su intensidad.
En otras partes del mundo se registran algunos cambios, como sucedió en Australia, que al padecer sequías sin precedentes, optó por el partido de la oposición en las elecciones de 2007, en gran medida porque los ciudadanos rechazaron al entonces primer ministro John Howard, quien se negaba a adoptar medidas contra las emisiones de dióxido de carbono, uno de los principales elementos que provocan el calentamiento de la Tierra.
(Romualdo Karbono comenta: En Guatemala muchos políticos creen que los gases invernadero son ventosidades en invierno).