La semana próxima se cumplen los primeros cien días del gobierno de ílvaro Colom y debido a que el mismo mandatario asumió un compromiso de impulsar un plan en ese lapso de tiempo, llega el momento de evaluar su cumplimiento. De entrada nos parece impropio que un gobierno se ate con ese tipo de compromisos, sobre todo cuando a pesar del tiempo que tuvieron para la transición, mucho más que cualquier otro gobierno de la era constitucional vigente, no se enteraron siquiera de la situación de las finanzas y aparentemente todo ha sido sorpresa desde el 14 de enero para acá.
Pero fue el mismo Gobierno el que se puso la soga al cuello con el plazo de cien días y ahora no hay más remedio que aceptar las evaluaciones. Hay que decir que el papel de la oposición, cuando realmente se actúa desde esa perspectiva en cualquier lugar del mundo, es contarle las costillas al Gobierno. Siempre nos quejamos que nuestros partidos políticos se desfiguran durante casi todo el período constitucional para volver a tomar aire sólo cuando se acercan las elecciones y ahora, cuando un partido asume un papel inquisidor y agresivo, alguna gente protesta y dice que hay que dejar trabajar a los funcionarios.
Hasta el Ministro de Finanzas llegó a comentar que los diputados debieran dedicarse a legislar en vez de estar citando funcionarios, no obstante que papel esencial de la función del Congreso es la fiscalización del ejercicio del poder, situación que por lo visto no comparte el alto funcionario del régimen.
En todo caso, el principal partido de oposición mantiene ahora una postura de evaluar el cumplimiento puntual de los compromisos del plan de los cien días y el ejercicio es políticamente válido y además cívicamente importante porque apunta a que haya más responsabilidad en la comunicación con el pueblo. Históricamente los gobernantes hablan y ofrecen sin que nadie les pida cuentas y ello ha ido contribuyendo a crear la imagen del político falso y mentiroso. Si sabemos que cada compromiso va a ser reclamado por las fuerzas de oposición, deberá haber más cuidado a la hora de hablar.
Y a propósito de hablar, es algo en lo que hay que poner mayor cuidado. Cierto es que el micrófono, como el papel, aguanta con todo y que se puede decir cualquier barbaridad en este nuestro país con políticos tan pintorescos. Pero las barrabasadas terminan pasando facturas y por lo tanto es obligado pensar y reflexionar antes de hablar.
Nadie se puso a pasar revista a las promesas de los cien días ni a evaluar su cumplimiento como no sean los diputados del Partido Patriota, quienes por supuesto llevan agua a su molino porque así es la política.