Fujimori, el polí­tico sin poder


Alberto Fujimori, ex presidente peruano, recibió una segunda condena por la larga lista de procesos que lleva en su contra.

La condena en firme a seis años de prisión contra el ex presidente peruano Alberto Fujimori decretada esta semana por la Corte Suprema, acompañada de una inhabilitación polí­tica hasta el 2015, lo deja fuera de escena… salvo que haya un indulto presidencial de Alan Garcí­a o de su sucesor en 2011.


La Corte halló a Fujimori culpable del delito de usurpación de funciones por el allanamiento ilegal de una vivienda sobre el final de su régimen (1990-2000), convirtiéndose en el primer ex presidente de este paí­s en ser condenado en casi un siglo.

A Fujimori le esperan, además, otros cuatro casos de corrupción y desde hace más de tres meses acude tres veces por semana a un juicio por dos matanzas, entre 1991 y 1992, con un saldo total de 25 muertos, que podrí­a significarle una sentencia aún mayor.

A pesar de la condena inapelable de esta semana, es difí­cil afirmar si Perú asiste al final de la carrera pública de Fujimori, de 69 años, o si por el contrario sus compatriotas le tienen asegurada una revancha en las urnas.

En el pasado los peruanos han revivido a ex presidentes que parecí­an condenados a terminar sus dí­as en el olvido escribiendo sus memorias, sea por una mala gestión o por casos de corrupción durante sus mandatos.

Los casos más recientes de rehabilitación polí­tica son los de Fernando Belaunde, depuesto en 1968 en medio de escándalos de corrupción por un golpe de Estado de militares de izquierda, y repuesto en 1980 por el voto popular con el retorno de la democracia a Perú.

El caso de Alan Garcí­a también es ejemplo de esta tendencia que los peruanos denominan «falta de vitamina M (por memoria)». Antes de las presidenciales de 2006 nadie apostaba por un triunfo del actual gobernante, quien se lanzó a la reconquista del poder con un duro pasivo: el colapso de la economí­a, violaciones a los derechos humanos y denuncias de corrupción durante su primer gobierno (1985-1990).

Por ahora Fujimori debe afrontar una condena hasta 2013 y luego una inhabilitación polí­tica hasta 2015, fecha que técnicamente lo dejarí­a en posición para postular a la presidencial de 2016. Claro, si no recibe condenas mayores en los otros procesos.

La condena le abre a Fujimori dos escenarios: cumplir su condena en plena salud y mantenerse vigente en polí­tica o ser indultado en 2011 por Garcí­a cuando éste finalice su mandato apelando a la gracia presidencial que la ley le otorga.

En la oposición señalan como una razón para ello, el tácito acuerdo entre la bancada fujimorista y la oficialista para que el gobierno haya podido hasta ahora controlar al poderoso Congreso unicameral.

Hoy en dí­a un indulto parece poco factible frente a una opinión pública nacional e internacional que sigue el proceso judicial a Fujimori con suma atención. Sin embargo, las circunstancias polí­ticas en el futuro podrí­an modificar esta percepción.

Las cosas serán mejores para Fujimori si su hija mayor, Keiko, hoy de 33 años, se lanza como candidata en las elecciones de 2011. La actual congresista fue la candidata más votada en las legislativas de 2006, y ya anunció que, de suceder a Garcí­a, indultarí­a a su padre.

El escollo mayor para Fujimori es el megaproceso por violaciones a los derechos humanos, que debe finalizar antes de 2009 y que podrí­a dejarlo 30 años en prisión si el tribunal comparte el pedido de la fiscalí­a.

La justicia peruana no acumula sentencias y prevalece la más alta. Pero en este controvertido caso sobre atrocidades perpetradas por un escuadrón de la muerte del ejército entre 1991 y 1992, hay opiniones divididas entre juristas sobre el grado de incriminación de Fujimori.

El ex jefe de Estado podrí­a recibir una condena de por lo menos 12 años, según dijo a la AFP José Ugaz, el ex procurador anticorrupción que inició en 2000 la persecución judicial contra el ex presidente.