Cuando el sol de mi existencia esté por ocultarse en el horizonte de los años, recordaré, con alegría, esos momentos gloriosos en los que, después de caer, me levanté con más entusiasmo.
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Cuando mi cabeza esté llena de hilos de plata, a lo mejor, me sentaré a contemplar la naturaleza, y les narraré a mis nietos cada detalle de mi vida.
Cuando el arado del tiempo haya dejado sobre mi piel varios surcos, haré memoria de mis triunfos y fracasos para saber cuántos frutos de fe y paciencia habré cosechado para entonces.
Cuando el vigor comience a alejarse de mí, seguiré caminando por el sendero que lleva a la excelencia, aunque me cueste demasiado.
Y Cuando Dios me llame a su presencia, gustosamente me subiré a las alas de la muerte, y emprenderé mi viaje hacia la feliz eternidad.