México extraña a su Nobel


Octavio Paz ganó el Premio Nobel de Literatura. El mexicano murió hoy hace diez años, por lo que su paí­s lo recuerda.

A diez años de su muerte, México extraña al poeta y ensayista Octavio Paz, Premio Nobel 1990, tal vez el mayor exponente de la literatura de su paí­s y uno de los más destacados del siglo pasado en América Latina.


A partir de hoy, cuando se cumple un decenio del deceso del escritor en la Ciudad de México a los 84 años a causa de un cáncer, están programados diversos homenajes, documentales, charlas, lecturas de sus poemas, exposiciones y conferencias para recordar su legado.

Poeta, ensayista, periodista, pacifista, diplomático, conferencista e incluso dramaturgo, el tiempo no ha menguado la influencia intelectual de Paz en la cultura y en la sociedad mexicanas y sigue siendo considerado como el principal referente intelectual mexicano del pasado siglo.

Pese a que el autor de «El laberinto de la soledad» siempre reconoció al lector de izquierda como su interlocutor natural, la izquierda mexicana parece no haberle perdonado todaví­a haber abandonado el marxismo en su juventud y su acercamiento a los postulados de la derecha, que hoy, desde el oficialismo, saca mayor provecho de su legado.

El presidente de México, el derechista Felipe Calderón, lo suele citar con frecuencia, particularmente cuando aboga por la integración latinoamericana.

Ayer, el ministerio de Educación inscribió en el vestí­bulo de su sede el nombre del Premio Nobel y uno de sus versos.

Mientras, la Cámara de Diputados rechazó esta semana incluirlo en su Muro de Honor al considerar que no contribuyó a la formación del Estado mexicano y el Senado debió cancelar el jueves un homenaje porque su tribuna está ocupada por legisladores de izquierda que boicotean el debate de una reforma energética.

Sin embargo, a diferencia de otros intelectuales del siglo pasado, Paz renunció a las prebendas del poder del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que monopolizó el gobierno y, por tanto, a los apoyos a la cultura durante siete décadas (1929-2000), al dejar su cargo de embajador en India en 1968 tras una matanza estudiantil en octubre de ese año.

Hoy el Consejo Nacional de la Cultura homenajeará a Paz con un encuentro que incluirá la presencia del Premio Nobel de Literatura de 1992, el santaluciano Derek Walcott, e intelectuales mexicanos así­ como con un concierto de música clásica.

A finales de la próxima semana, el IV Encuentro de Escritores Latinoamericanos estará dedicado a Paz, en el marco del Festival de México en el Centro Histórico de la capital del paí­s en el que participarán más de 40 autores de nueve paí­ses de la región.

Los actos conmemorativos ya comenzaron esta semana con la transmisión de programas especiales en radio y televisión, un concierto y la publicación de «Cartas a Tomás Segovia», una obra inédita editada por el Fondo de Cultura Económica.

Los homenajes no se circunscriben a México y en otros paí­ses también se ha recordado al autor de «El ogro filantrópico» o «Salamandra», como en Chile, donde la Universidad Católica organizó una serie de conferencias, clases magistrales y un encuentro de escritores.

En España, la Casa de América reunió a varios autores para reflexionar sobre la influencia de Paz en sus respectivas obras.

Su estatura de artista universal no le impide seguir teniendo los pies sobre la tierra ni considerando su propia fama con sentido del humor. En declaraciones hechas en el marco de la parte europea de su gira, al preguntársele cómo se siente uno cuando es considerado un monumento de la cultura francesa, Aznavour respondió: «Ser un monumento siempre causa placer, pero a condición que las palomas no vuelen alrededor».