Bogotá y Washington siguieron esforzándose esta semana por revivir su tratado de libre comercio (TLC), que quedó congelado por tiempo indefinido luego de que los demócratas resolvieran eliminar el plazo para considerarlo en el Congreso.
En la última iniciativa para tratar de cambiar la inclinación de la balanza a favor del TLC, el vicepresidente colombiano, Francisco Santos, se encuentra desde ayer en Washington.
El portavoz de la Casa Blanca Tony Fratto adelantó por su parte ayer mismo que, en su discurso semanal de hoy, el presidente George W. Bush pedirá nuevamente (lo hizo muchas veces en los últimos diez días) a la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, que incluya el acuerdo en la agenda del Congreso.
De su lado, el presidente colombiano, ílvaro Uribe, invitó a la legisladora demócrata a visitar Colombia para que vea que «es un país con dificultades, que la tarea por hacer es muy grande, pero que es un país que va progresando».
Sin embargo, en medio de una campaña electoral en la que del lado de la oposición demócrata los candidatos Hillary Clinton y Barack Obama llamaron a revisar incluso acuerdos comerciales ya firmados como el que tiene Estados Unidos con México y Canadá (NAFTA), las posibilidades de que Pelosi dé marcha atrás parecen remotas por ahora.
Tanto más remotas, cuanto que fue la propia Pelosi quien resolvió eliminar la semana pasada los 90 días de plazo que la Cámara tiene para votar cualquier TLC, en respuesta a la decisión del presidente de enviar el texto del acuerdo al Congreso a pesar de las advertencias de la oposición contra esa idea.
Los demócratas sostienen que el presidente trató de fijar la agenda del Legislativo, y quiso poner un acuerdo comercial con un tercer país por delante de los problemas económicos que viven las familias estadounidenses en un contexto de desaceleración de la primera economía mundial.
La oposición viene rechazando darle el visto bueno a un TLC con Colombia desde el año pasado, con el argumento de que Bogotá debe hacer más para proteger a los sindicalistas, que según denuncian varias ONG humanitarias son víctimas frecuentes de ataques en el país andino o asesinados por luchar por sus derechos.
También exigen a Colombia mayores progresos en la investigación de relaciones de congresistas oficialistas con paramilitares de extrema derecha acusados de atroces violaciones a los derechos humanos.
La Casa Blanca, que ha desplegado a todo su gabinete en favor del TLC, incluidos la secretaria de Estado Condoleezza Rice y el secretario de Comercio Carlos Gutiérrez, sostiene que negarle un TLC a Colombia sería darle la espalda al principal aliado de Estados Unidos en el continente, y constituiría un mensaje negativo para la región.
Pero el mensaje no ha calado en los demócratas, que obtienen buena parte de su sostén político en sindicatos norteamericanos críticos del libre comercio y opuestos en particular al TLC colombiano.
Precisamente, la poderosa AFL-CIO, la central sindical más grande del país, uno de los principales opositores al TLC colombiano, lanzó esta semana una fuerte ofensiva contra el pacto, con un artículo crítico de su presidente, John Sweeney, publicado en el diario The Washington Post, y un evento en el Congreso en el que proclamó su rechazo al tratado.
Ni la Casa Blanca ni Bogotá parecen darse por vencidos, a pesar de que los expertos en Washington consideran mínimas las posibilidades de que el acuerdo sea abordado antes de que Bush deje la Presidencia en enero del año próximo.
Fratto señaló que el mandatario norteamericano incluso evocará el tema durante la próxima cumbre de líderes de América del Norte el lunes y el martes próximos en Nueva Orleans (Luisiana, sur de Estados Unidos).
Otros dos TLC negociados por la Casa Blanca están pendientes de aprobación en el Congreso, uno con Panamá y el otro con Corea del Sur.