El período preelectoral se asemeja al plazo previo a las fiestas de fin de año en muchos aspectos. Se llenan los medios de difusión de promesas de todo tipo (como las ofertas o las promociones). Se crea hasta una expectativa de un cambio que se ofrece con vehemencia y variedad extrema de características (como cuando a los niños se les dice: “pórtate bien y te lo traerá Santaâ€).
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Se genera el entorno para hacernos creer que del 14 de enero del año en el que se inicia el nuevo gobierno, “las cosas mejorarán†(como cuando se nos ilustra con los nuevos propósitos del año que está por comenzar). En fin, muchas coincidencias entre un ciclo que se presenta, de acuerdo con nuestra legislación electoral cada cuatro años y el otro anual. En este espacio he procurado que se presenten las propuestas de abordaje a la problemática nacional. Ello no se ha producido o se ha dado muy pobremente, al punto que a 26 días del evento electoral es muy poco lo que se conoce al respecto y en consecuencia es muy poco lo que se hablará de ello.
La problemática, nuestros problemas no son nuevos: precariedad en materia educativa, la deficiente cobertura en salud, la predominante inseguridad, la falta de empleo digno y salarios que en efecto provean capacidad de compra de los productos básicos, la ausencia de suficientes fondos públicos para abordarlos, son los problemas recurrentes. Pero ahora más complejos. De hecho tampoco son los únicos, pero sí los que más incidencia tienen para el manejo de otros aspectos importantes tales como: incentivar las fuentes de inversión, mejorar la competitividad de nuestros productos, el manejo adecuado de nuestros recursos naturales, enfrentar con acierto y efectivamente a las bandas internacionales de criminales y otras lacras que atacan permanentemente nuestra manera de vivir. De ello poco o nada se ha hablado en la presente contienda que está por concluir.
El proceso electoral ha estado marcado como una contienda de gladiadores al mejor estilo de la Roma antigua. Ahora que legalmente el binomio oficial no aparecerá en la papeleta, la preocupación mediática es por aquel o aquellos que estarán en la “segunda vueltaâ€, no así la naturaleza de sus planteamientos para hacerse merecedores de estar a las puertas del balotaje del 6 de noviembre próximo. Es posible entonces que la sabiduría de los directores y de los dueños de los medios más influyentes nos esté haciendo un favor y permitirnos que hasta dentro de un mes ya podamos hablar de las diferencias del candidato que puntea, su equipo y propuestas versus el que en efecto pase al “segundo lugarâ€. Es decir, nos evitan en este momento la distracción del contenido, para ofrecernos el espectáculo de la forma en la que cada grupo contendiente nos seduce con sus ofrecimientos sin caer en las características y especificaciones de los mismos.
Este séptimo proceso electoral es atípico, raro y diferente a los seis que le han precedido. Es tan distinto que ahora la papeleta de presidenciables tendrá una “pestaña desprendible†para prescindir de un presidenciable que lleva su pretensión a una judicialización del proceso electoral en el que casi se contradice con los “valores†que promueven sus directivos. Es tan distinto que a la fecha se desconoce el centro de votación al que nos ha asignado el padrón electoral. Es tan distinto que aún no sabemos si en efecto la totalidad de las Juntas Receptoras de Votos están conformadas. Es tan distinto que parece que por ello se ha optado en no hablar de los problemas, nuestros eternos problemas y mucho menos cómo se abordarán para la procura del bien común, el bienestar de la población y el irrestricto cumplimiento de otros preceptos constitucionales que han estado postergados o no encarados con tal encomio con aquellos vinculados a la sucesión presidencial. Cuando el 15 de enero de 2012, ya esté instalado el nuevo gobierno, empezaremos a preguntarnos (colectivamente) por qué no nos preguntamos que no cuestionamos el cómo, el qué, con quién, del equipo que habrá de abordar la problemática nacional y su compleja composición. Tal vez entonces, será demasiado tarde. Ojalá me equivoque…