La decisión del Banco de Guatemala de abrazar el quetzal al dólar para hundirlo junto a la divisa norteamericana y encarecer más aún el costo de la inflación importada, nos parece de lo menos sensato que se ha hecho en los últimos tiempos, puesto que es evidente que el signo monetario de los Estados Unidos está en picada como resultado de las erróneas políticas de Washington que, bajo el gobierno del señor Bush, ha elevado el déficit fiscal a cifras sin precedentes, y eso que los republicanos ya se llevaban todas las palmas por la inflación generada en tiempos de Reagan.
Ayer el petróleo alcanzó un nuevo récord en el precio, lo que coincidió justamente con una nueva baja del dólar frente a casi todas las divisas extranjeras, incluyendo la de Guatemala. La diferencia es que mientras aquí se hacen esfuerzos denodados por quedar bien con los agroexportadores, en otros lugares del mundo simplemente se deja que el dólar pague las consecuencias de una mala política de gasto fiscal. La guerra de Irak no sólo ha encarecido el petróleo al distorsionar la oferta de crudo, sino que también tiene el efecto de devaluar el dólar por la cantidad de billetes sin respaldo que diariamente tiene que emitir Estados Unidos para financiar el déficit fiscal disparado escandalosamente por los gastos de esa guerra insensata.
Y nosotros, mientras tanto, produciendo mayor inflación interna, esa sí responsabilidad nuestra, porque las acciones para defender al dólar tienen un efecto inflacionario puro y simple. La inflación no es el aumento de precios, puesto que eso es resultado del aumento del dinero en circulación que es, en realidad y verdad, la mera inflación. Pues al salir el Banco de Guatemala a comprar dólares con nuestros quetzales, lo que está haciendo es inyectar más dinero a la circulación en el país, más moneda propia, lo que viene a ejercer presión inflacionaria.
Se puede decir que un beneficio colateral de la acción del Banco de Guatemala pueda dirigirse a los familiares de los migrantes, a quienes están recibiendo las remesas y que al final de cuentas son el motor de la economía nacional porque sin el gasto que realizan, ahora estaríamos en una profunda depresión económica y depresión moral al ver un país incapaz de producir y de incrementar su producto interno bruto cuyo crecimiento es obra y gracia de las remesas familiares.
La Junta Monetaria tiene que entender que cada vez que defiende el dólar indefendible, afecta el bolsillo aun de quienes reciben remesas, porque lo que ganan con un dólar alto lo pierden con importaciones artificialmente más caras por culpa de esa política monetaria obtusa.