Se ha vuelto costumbre que en nuestro país cualquiera pueda asumir un cargo de vocero, relacionista o comunicador social de cualquier institución del Estado. No se pide ningún requisito, experiencia, capacidad o conocimientos, mucho menos atributos morales como éticos. Lo que importa es ser cuate del jefe, amigo de la mujer o del esposo según sea el caso y afín a los intereses partidarios o casta política. De esa cuenta, hombre o mujer con micrófono, grabadora o cámara fotográfica o televisiva enfrente dice lo primero que se le ocurra sin importarle si contradice lo que apenas 24 horas antes aseveró, que sea una mentira del tamaño de la Catedral o que se pase llevando de corbata a gente honrada, trabajadora y honesta, que al fin y al cabo, lo más fácil es volver a salir diciendo que eso no fue lo que dijo.
De ahí el título de este comentario: por favor, dejen de vernos cara de lo que no somos. Si bien es cierto que hay millones de gentes que no ven la tele, no leen periódicos o revistas, ni escuchan radio, también es verdad que dentro del resto de ciudadanos nos encontramos quienes teniendo al menos dos dedos de frente aseguramos que lo dicho no es cierto, equivocación, exageración o mentira puesto que a uno le consta lo contrario. Todo ello es igual a tenernos como babosos, tontos, tarados, estúpidos, sesgados, parcializados, chocos, sordos o caídos del tapanco.
A mi y tanta gente con la que he conversado sobre el tema, no nos gusta ni aceptamos esa actitud o comportamiento y que conste, no lo digo con mampuesta dirigida a ningún vocero en particular. Le hablo a todos, sin distinción de ninguna especie. Reconozco que hay buenos voceros, pero hay algunos ¡tan malos! que arrastran al resto de sus colegas. De ahí que si un gobierno, dependencia, institución o entidad no merezca la medalla de honor al mérito por sus ejecutorias, sería bueno que se pusiera a seleccionar de mejor manera a su vocero (a) porque como bien dice un amigo de la juventud, lo peor que se puede hacer después de meter la pata ¡es restregarla!.
La persona que se planta frente a los medios de comunicación y por ende frente al público, es y representa a toda la entidad por la que se expresa. Un mentiroso, como aquel que hoy dice una cosa y mañana se desdice, hace que la entidad se venga al suelo trayéndose consigo a su presidente hasta el portero de su edificio, su honorabilidad, confianza, prestigio, servicios y hasta sus exigencias o requisitos. Muy bonita o atractiva, de fácil palabra y sonriente podrá ser la vocera, muy guapo, apuesto, hablantín y charadero el vocero, pero eso jamás podrá contraponer cualquier falta de valores y principios los que demuestra carecer a la hora de informar, comunicar o comentar cualquier cosa que le pregunten. ¿Y qué opina el estimado lector de aquéllos que, sumado a lo anterior, carecen hasta de la personalidad para desempeñarse como corresponde?