Se cree que va de largo la corrupción en el Estado


¡Qué penoso!, ¡qué lamentable y qué desdoroso para el sistema democrático lo que acontece en el Estado de esta infortunada patria nuestra!

Marco Tulio Trejo Paiz

Los gobernantes de las últimas jornadas cuadrienales han sido incapaces de eliminar la podredumbre administrativa que virtualmente se ha generalizado en todos los engranajes del aparato burocrático.

La responsabilidad de esa lacra es atribuible a la politiquerí­a del partidismo que ofende, que insulta a la polí­tica-ciencia que se reconoce en los hombres y mujeres que se han formado para realizar un trabajo edificante apuntando al advenimiento o construcción de un Estado moderno, generoso para todos los guatemaltecos sin distingo alguno, que haga honor a la verdadera democracia, en vez de salpicarla de cieno, de inmundicia.

El régimen de gobierno actual, presidido por el ingeniero ílvaro Colom, apenas va iniciando una nueva jornada constitucional, por lo que todaví­a es prematuro hablar de resultados de éxito o de fracaso en cuanto a erradicar la corruptela.

Nos ha parecido muy significativo lo que dijo sin ambages ni reticencias el doctor Eduardo Meyer cuando estrenó la posición presidencial del Congreso de la República a la entrada de este año.

Afirmó el doctor Meyer que el Estado está podrido en corrupción e ineficiencia y que ha sido secuestrado por intereses obscuros y nefastos, y agregó que para hacer frente a esos retos el Congreso debe realizar un ejercicio honesto de autocrí­tica que posibilite la revalorización del nivel de compromiso con los electores y con el pueblo en general. También dijo que no prestar atención a ese pueblo frustrado, que sigue siendo igualmente crí­tico del desempeño legislativo, serí­a torpe e irresponsable, además de objetivamente peligroso para la salud republicana del incipiente e incierto proceso democrático.

Ha sido claro y, si se quiere, valiente, el actual presidente del Congreso, al expresarse como se expresó respecto del periclitado Estado.

En el equipo gubernamental de Colom puede haber funcionarios probos y bienintencionados para que se produzca, ¡por fin!, un cambio saludable en la administración pública en bien del Estado y del pueblo, pero habrá que esperar para ver las realidades mondas y lirondas…

Es posible, probable o seguro que la corrupción haya echado ya raí­ces profundas, muy profundas, en lo más alto y hasta lo más bajo de la frondosa burocracia, pero no es como para que los timoneles de la nave se crucen de brazos ante tan grave «chaquirria» estatal; antes bien, debe constituir un acicate para que los nuevos hombres del drama demuestren con hechos tangibles y no con palabras demagógicas que así­ como roncan duermen.

En la campaña electoral que les echó la bendición prometieron un cambio sustancial en la cosa pública en beneficio de Guatemala y del pueblo, pero como reza un dicho popular, del dicho al hecho hay mucho trecho, y algunos personajes encumbrados no infunden mucha o ninguna confianza de honestidad, mas sí­ de avilantez, de voracidad y de actuaciones pecaminosas imaginables?