El avión presidencial


El portavoz del Gobierno, Fernando Barillas, desató una polémica al afirmar que hubo un acuerdo con el CACIF para que la cúpula empresarial proporcione un avión privado al presidente Colom, cada vez que lo necesite. El Director Ejecutivo de CACIF, Roberto Ardón, negó tal pacto. Tras conocer la respuesta de Ardón, Barillas insistió en que «el acuerdo es verbal y se alcanzó durante los últimos acercamientos con la elite empresarial». El vicepresidente, Rafael Espada, trató de desviar las crí­ticas al viajar a Honduras en la aeronave presidencial SK-300, matrí­cula TG-CPG. Fue una cortina de humo para desmentir el argumento que el avión presidencial guatemalteco no se utilizaba al no encontrarse en condiciones para volar. Ese aeroplano es el mismo que según el «Movimiento Cí­vico por Guatemala», fue prestado el 25 de septiembre de 2001 por el entonces presidente Alfonso Portillo a Juan Antonio Riley y César Medina Farfán, lo que dio origen a la solicitud de antejuicio del 12 de marzo de 2002 por abuso de autoridad y malversación de fondos.

Marco Vinicio Mejí­a

Seis años después, el presidente Colom ha utilizado, para viajes oficiales, aeronaves pertenecientes a empresas privadas, La Mariposa, Disagro y Tomza. Esta es corrupción por influencia y por alta componenda. Cuando Colom era candidato, viajó al extranjero en el avión matrí­cula EZIXA, propiedad del mexicano Tomás Zaragoza Fuentes, quien también le «prestó» un helicóptero para sus giras departamentales. Colom ha cometido actos ilegí­timos pero no ilegales, ya que Guatemala no ha cumplido con establecer la figura penal del delito de Tráfico de Influencias, compromiso que adquirió al ratificar la Convención Interamericana contra la Corrupción.

Todaví­a no se ha dimensionado la gravedad de esta situación. En abril de 2006, el Obispo de Copán, monseñor Luis Alfonso Santos, instó a dimitir al presidente de Honduras, Manuel Zelaya, quien se desplazaba a otros paí­ses en el avión de la empresa de encomiendas Western Union.

Con el presidente Colom no habrá una economí­a social de mercado, propia de la socialdemocracia, sino continuará el mercantilismo por el cual una minorí­a empresarial se mantiene en el estado de gracia de las licencias especiales, concesiones de monopolio y los privilegios comerciales.