Inmersos en una reñida lucha en Pensilvania por el voto de los trabajadores víctimas de la crisis económica, los aspirantes demócratas a la Casa Blanca Hillary Clinton y Barack Obama no tienen palabras lo bastante duras para atacar los acuerdos de libre comercio de Estados Unidos.
El debate reaparece con motivo del estudio en la Cámara de Representantes del proyecto de acuerdo de libre comercio con Colombia, rechazado por la mayoría demócrata en el Congreso.
Entre los elegibles a la Presidencia, únicamente el republicano John McCain apoya este proyecto. Clinton y Obama que se enfrentarán el 22 de abril durante una primaria en Pensilvania (este), un estado de fuerte tradición sindical, están categóricamente en contra.
El principal estratega de la campaña de Clinton, Mark Penn fue obligado a renunciar a su cargo cuando la prensa reveló que también era directivo de una empresa de relaciones públicas que firmó un contrato con Bogotá para facilitar el acuerdo bilateral de libre comercio colombo-estadounidense. Penn no dudó en reunirse en ese marco con el embajador de Colombia en Washington.
Hillary Clinton está a la defensiva especialmente con este tema, mientras que su marido, el ex presidente Bill Clinton, se declaró favorable al tratado con Colombia.
«Como otras parejas casadas que están en desacuerdo de vez en cuando sobre determinadas cuestiones, ella está en desacuerdo con su marido respecto a este tema», dijo Jay Carson, un portavoz del equipo de Clinton.
«Como digo desde hace meses, me opongo a este acuerdo» con Colombia, repitió esta semana Hillary Clinton en Washington, cuando se dirigía al sindicato de trabajadores de telecomunicaciones (CWAU). «Votaré contra ese acuerdo y haré todo lo que puedo para exhortar al Congreso a rechazar el acuerdo de libre comercio con Colombia», añadió la senadora por Nueva York.
Obama también reiteró su oposición al acuerdo, argumentando que Colombia no respetaba los derechos sindicales básicos.
Otro gran motivo de indignación en el bando demócrata concierne al acuerdo de libre comercio con Norteamérica, que rige las relaciones comerciales entre Estados Unidos, Canadá y México. Fue durante la presidencia de Bill Clinton, en 1994, que entró en vigor este tratado que, según los sindicatos, hizo perder «millones de empleos» en Estados Unidos.
Tanto Clinton como Obama prometieron renegociar el acuerdo. Ambos aspirantes demócratas a la Casa Blanca, desean obtener principalmente una revisión de las cláusulas del contrato sobre las condiciones de trabajo y medioambiente.
Esta exigencia molestó al gobierno canadiense que advirtió sobre los efectos negativos que podría tener sobre la economía estadounidense una renegociación de ese tipo.
El ministro canadiense de Comercio Internacional, David Emerson, recordó así que bajo las actuales disposiciones, el tratado garantiza a Estados Unidos un acceso ventajoso al petróleo canadiense.
El diario quebequense Le Devoir se preguntaba recientemente si hay que «temer la elección de un presidente demócrata».
En los dos bandos del campo demócrata, los equipos se agitan entre bambalinas. En una entrevista concedida al periódico canadiense Globe and Mail, el consejero económico de Clinton, Gene Sperling, afirmó que la senadora estaba decidida a renegociar el tratado, pero que su objetivo no era perjudicar a sus socios económicos canadienses y mexicanos.
A fines de febrero, la cadena de televisión canadiense CTV difundió un reportaje que afirmaba que un consejero económico de Barack Obama, Austan Goolsbee, avisó a Ottawa que el precandidato demócrata no tenía realmente la intención de renegociar el tratado en caso de ser elegido presidente. Acusado por el bando de Clinton de adoptar un doble discurso, Obama mantuvo que renegociaría el tratado si era elegido.