La lectura como acto polí­tico


Los ministerios de Educación y Cultura deberí­an promover la lectura, leer es un acto polí­tico.

La lectura implica una acción racional a través de la cual se analiza, se deriva, se concluye y se solucionan problemas o situaciones especí­ficas o generales; se aprende, se procesa información y el cerebro ejercita su función cognoscitiva. La connotación de la lectura como acción educadora y polí­tica es amplia e impone varias reflexiones.


Los actuales son tiempos en los cuales se hilan nuevas formas de vida que se ven complejizadas, por la avasallante civilización contemporánea y el avance de un mundo tecnológico que nos irrumpe mediante los medios de comunicación, y nos cautiva mediante el mercado. Como resultado de esta delirante nueva realidad, los jóvenes de hoy se ven inmersos en un delirante bombardeo de imágenes que se impone sobre todo. La videocultura es la nueva forma de conocer y de absorber información, ya no se lee, se ve, porque es más rápido y más seductor en un ejercicio que se acerca más a consumir que a elegir. Prueba de esto es el desbordante desarrollo de artilugios para enviar y recibir imágenes (Ipods, celulares de última generación, dispositivos de memoria portátil, computadoras cada vez más portátiles, agendas electrónicas y la misma Internet) que acuñan en niños y jóvenes sobre todo, una realidad que es virtual y que es personal; en Japón los jóvenes pasan más tiempo frente al celular que frente a amigos, de tal cuenta que se han desarrollado ofertas como lo que se llama «literatura celular».

Nuevas generaciones nacen y se forjan en la lógica de ver antes que leer, desarrollando una «cultura» que va en detrimento de la conformación de la masa pensante y crí­tica de guatemaltecos. El acto de la lectura está relacionado con el proceso educativo que el Estado ha de haber favorecido, a través de la polí­tica pública y permeado a los ciudadanos jóvenes y niños a través de los programas educativos en la escuela. De tal modo que leer no se resume al acceso que se tiene a un libro; se puede tener una biblioteca entera y no por ello haber leí­do o saber leer; y por el otro lado, se puede tener gran motivación y valoración por ese hábito pero sin posibilidades materiales de comprar siquiera un ejemplar.

Debe promoverse la lectura.

En la medida en que una sociedad lea, en esa medida se forma, se sensibiliza, se politiza y se humaniza. Esto lleva a sugerir a las puertas de un nuevo gobierno un apoyo estatal a la promoción de la lectura desde un esfuerzo conjunto entre Ministerio de Educación y de Cultura. Los libros deberí­an ser de acceso fácil y libre, no deberí­an ser gravados con impuestos sino grabados con etiquetas que motivaran a la lectura. No es suficiente con tener bibliotecas en las escuelas, si los niños no han sido formados en el valor de lectura y si sus estanterí­as no renuevan y enriquecen sus ejemplares con libros, periódicos, revistas, etc.

Leer es un acto polí­tico. Si usted esta leyendo este periódico, está tomando la opción de formar su criterio polí­tico sobre la realidad. Si usted decide leer un libro o un artí­culo periodí­stico antes que un malogrado programa de la terrible oferta de la televisión, está tomando una posición que implica favorecer el desarrollo de su inteligencia, para que se apreste al análisis, a la sí­ntesis, a la conclusión de un tema particular como por ejemplo la pena de muerte o la calidad de la educación.

Me pregunto ¿cómo se forma la opinión polí­tica de los guatemaltecos? A través de los periódicos mayormente supongo, y de bolas. ¿Cuántos leen el periódico? ¿Cuántos leen novelas? ¿Qué porcentaje de los jóvenes de este paí­s ha leí­do a la nueva generación de guatemaltecos escritores como Javier Payeras, Ronald Flores o Allan Mills? ¿Cuántas personas leen el editorial de los periódicos? Para los que son padres y madres, prefieren regalar un libro infantil de lectura o el último juego para Nintendo?

Esta lista de preguntas puede seguir y lamentablemente me temo que las respuestas seguirí­an siendo negativas o adversas; sin embargo, la realidad de Guatemala no es única. Un estudio llamado «Leer o No Leer, un Tema de Consecuencia Nacional» (http:// www.nea.gov/research/toread.pdf) del año 2007 investigó los hábitos de lectura en niños y jóvenes de Estados Unidos y concluyó en tres cosas relevantes y alarmantes a la vez: hay un declive histórico de la lectura como acto voluntario en los adolescentes y jóvenes adultos; a mayor edad en la población adolescente, más empeoran sus habilidades de lectura; y hay un declive en la capacidad de lectura de la población adulta.

Valdrí­a la pena implementar un estudio de esta naturaleza en Guatemala que tomara además variables de la diversidad cultural. En fin, la idea en esta ocasión era confrontarlos y causarles incomodidad pero a la vez motivarlos a leer, a hacerse de libros, de artí­culos de periódicos, de revistas para estar más presto al embate de la cultura hegemónica, que se esparce a través de un mundo hiperconectado. Estamos mucho más informados y sabidos de lo que sucede en el mundo pero al mismo tiempo desinformado y falto de opinión crí­tica, de posición ideológica; sabemos más del mundo que de nuestro propio paí­s.

En resumen, valorar la salud de una sociedad deberí­a poder hacerse a través de sus hábitos de lectura, del valor que se da a lo escrito frente a lo visual, porque como dice Mario Roberto Morales, el riesgo es cometer un asesinato a la inteligencia, o lo que él llama un «intelicidio».

La próxima vez que tenga tiempo libre, lo reto a que no encienda el televisor sino abra un libro, y deje de sufrir…

«Los libros deberí­an ser de acceso fácil y libre, no deberí­an ser gravados con impuestos sino grabados con etiquetas que motivaran a la lectura».

Julio Donis.