Las luces rojas


Expertos en el campo económico ven que se han encendido ya todas las luces de alarma respecto a la crisis que estamos viviendo como consecuencia de los efectos mundiales del alza generalizada de precios tanto en el petróleo como en los alimentos que ahora se utilizan para generar biocombustibles. Paí­ses como Guatemala se encuentran totalmente indefensos frente a estas complejas condiciones y ahora el Gobierno anuncia un paquete de medidas cuya eficacia dependerá, en gran medida, de la capacidad que pueda tener para ejercer efectivamente controles.


Porque de lo contrario, de no disponer de los medios y recursos para que se aplique y observe la polí­tica de precios acordados con los productores o distribuidores, lo que veremos será una marcada espiral en la inflación. En efecto, ya sabemos que por el lado de la producción cuando se producen polí­ticas de precios tope, inmediatamente suben todos los precios de aquellos artí­culos que no son afectados en la primera medida, bajo el argumento de que «no vaya a ser». Si las medidas oficiales incluyen aumentos por la ví­a de bono a los trabajadores y nuevos impuestos como el de la telefoní­a, todo ello es trasladado de inmediato al consumidor de productos y por lo tanto la escalada de precios se produce con efecto dominó.

Las polí­ticas de subsidios y control de precios son contrariadas tenazmente por el sector empresarial que afirma que las mismas distorsionan el mercado y al final de cuentas lo que producen es escasez cuando los productores pierden el estí­mulo para producir. Ayer mismo el CACIF se lavó las manos diciendo que ni siquiera habí­an hablado del tema durante las cuatro horas que compartieron en una encerrona en Casa Presidencial, lo que da la idea de que están dejando al Gobierno solo en esta lucha contra el alto costo de la vida.

La verdad es que el Gobierno tiene muy pocas opciones para actuar porque no dispone ni de los recursos ni de la infraestructura para garantizar un efectivo control de precios. No olvidemos que en Guatemala los procesos de regulación, no digamos de control, fueron abandonados hace mucho tiempo y el Estado renunció a su capacidad de ejercer mí­nimos controles y no se puede activar de la noche a la mañana toda la estructura necesaria. Aparte de todo ello, tenemos que reconocer que hay un importante ingrediente extranjero en la crisis y que el mismo no se resuelve ni siquiera con las medidas que ha propuesto ahora el Gobierno porque no hay todaví­a señales de que el problema mundial haya llegado a su fin y todo lo que hoy se haga no pasa de ser paliativo frente a una situación que puede ponerse más difí­cil.