El cambio climático y las calamidades que causará


«No se entiende el tiempo. De dí­a se siente un calor intenso, y de noche hay mucho frí­o. ¡Imagí­nese usted, lloviendo a principios de abril» .

Eduardo Villatoro
eduardo@villatoro.com

Expresiones como las anteriores se escuchan por doquier. La gente, en términos generales, no logra comprender lo que está ocurriendo con el cambio climático y, al parecer, ni tiene idea de lo que pueda ocurrir en el futuro inmediato -dentro de la relatividad del tiempo-, y que afectará a todos los habitantes del planeta; pero, para no ser la excepción, a los más pobres, por carecer de recursos para encarar el problema.

Un despacho de la agencia IPS fechado en Toronto y enviado por Stephen Leahy, avizora escalofriantemente -valga el término, tratándose del tema- que sequí­as, inundaciones, olas de calor, tornados y huracanes, que anteriormente eran producto exclusivo de las fuerzas de la naturaleza, actualmente se amplifican a causa de las enormes cantidades de calor adicional atrapado en la atmósfera, derivado de la quema de combustibles fósiles.

Esas calamidades ya no están distantes en el tiempo o el espacio, de suerte que decenas de millones de personas han sido afectadas por fenómenos climáticos no naturales extremos y violentos durante las dos más recientes décadas, al menos. Sin pretender ser siniestro, el analista comenta «Nuestros dedos están adheridos al termostato planetario, aumentando la temperatura más que nunca. La catástrofe climática ya comenzó a dar una nueva forma a la civilización humana».

Las emisiones anuales de dióxido de carbono son tres veces mayores hoy que en los años «90, y aunque se pudiera hacer lo imposible: frenar todas las liberaciones, la temperatura global continuará aumentando desde los actuales 0.8 grados promedio hasta 1.6 ó 1.8 grados. Y la temperatura promedio mundial permanecerá elevada durante los próximos 500 años -a causa de que los océanos retienen el calor por mucho tiempo-, siempre y cuando no se desate un holocausto nuclear que termine con la vida en la Tierra para siempre.

Según cientí­ficos, consultados por Leahy, para impedir que el planeta se caliente más de dos grados, lo que serí­a un punto de inflexión potencialmente catastrófico, las emisiones de dióxido de carbono necesitarán ser eliminadas completamente y lo más pronto posible. Para el efecto, cita el ejemplo referente a que del mismo modo que una sartén de hierro permanecerá caliente y seguirá cocinando luego de apagado el fuego, el calor retenido por los océanos mantendrá las temperaturas elevadas aunque disminuyan los gases invernadero; y agregar más gases a la atmósfera, incluso en una proporción menor a la actual, empeorarí­a la situación y los efectos persistirí­an durante siglos.

Sin embargo, pese a esas advertencias, incluidas en la revista Geophysical Research Letters, el uso de combustibles fósiles se disparó, y de esa cuenta, según la Agencia Internacional de Energí­a, durante el otoño boreal pasado la actual tendencia de crecimiento -lideradas por las nuevas centrales eléctricas alimentadas a carbón- hará aumentar la temperatura global promedio hasta tres grados en el año 2030, y en última instancia, podrí­a trepar a seis grados en las décadas siguientes, cuando muchos de los que leen estas notas y yo ya no estaremos en este mundo, pero dejaremos una terrible herencia nuestros nietos y demás descendencia.

Las consecuencias del cambio climático, empero, ya las estamos sintiendo las actuales generaciones y aun en paí­ses como Guatemala, aunque en menores proporciones, comparadas con el írtico, por ejemplo, donde hace diez años era una vasta área cubierta de hielo y nieve, y en menos de una década será un océano abierto y oscuro salpicado de blanco hielo flotante durante el verano y el otoño.

Ante las sombrí­as perspectivas que se avisaron referentes al calentamiento global, «la mayorí­a de los gobiernos aún están varados en la puerta de salida -subraya Leahy-, sin estar dispuestos o sin poder dar los primeros pasos».

(Romualdo Klima, exagerando un tanto los efectos del calentamiento global, cuenta que, en su interés de establecer el paradero de un común amigo que viajó a Europa, llamó a un compatriota en Finlandia, a quien le pregunto: -Disculpá, ya llegó Julio por allá. El paisano replica: ¡Qué va! Aquí­ todaví­a estamos en abril)