Terrible predicción


Para que nadie se asuste ni proteste en el futuro, el Presidente de la República de Guatemala dijo ayer que no descarta nuevos crí­menes de alto impacto en el futuro porque, en su opinión, los «golpes» que ha dado al crimen organizado están haciendo que éste reaccione con más violencia. Lamentablemente no explicó cuáles han sido esos tremendos golpes que provocan tal airada reacción, porque la verdad es que a ojos de la ciudadaní­a lejos de que el Estado esté golpeando al crimen, son los criminales los que están marcando su territorio a punta de balazos y evidenciando la incapacidad absoluta para garantizar la vida de los habitantes del paí­s.


Si la violencia se combate con inteligencia, como debe ser en verdad, es obvio que las autoridades tendrí­an que tener una adecuada hoja de ruta que les permita avanzar en el combate al crimen sin exponer a la población a más violencia. No puede ser que en nombre de supuestos golpes, que no se ven por ningún lado porque todos los grupos criminales siguen actuando con total impunidad, se comprometan más vidas humanas. El artí­culo primero de la Constitución dice que «El Estado de Guatemala se organiza para PROTEGER a la persona humana» y en el siguiente artí­culo dice que «es deber del Estado garantizarle a los habitantes de la República la vida…»

Sabemos que no se puede erradicar la violencia porque es un mal que forma parte de la misma naturaleza humana y en todo tiempo y lugar hay, ha habido y habrá violencia fí­sica en contra de personas inocentes. Pero cabalmente porque se reconoce esa realidad es que se organiza el Estado para defender el valor esencial de la vida y no puede ser que el gobernante se limite a hacer la terrible y tétrica predicción que persigue alertar a la gente para que se preparen para tiempos peores de los que actualmente vivimos y hemos vivido.

En todo caso, si realmente el Estado estuviera recuperando terreno, si nuestras autoridades estuvieran actuando con la ley en la mano para enfrentar al crimen organizado o común, uno verí­a que la fiera herida en sus últimos estertores golpea lo que tiene cerca. Pero cuando no hay tales y la impunidad sigue latente, estas formas de crimen no son más que la ratificación del señorí­o que sobre la sociedad ejercen los grupos criminales y un mensaje claro y contundente sobre quién tiene la sartén por el mango. Aquí­ no hay tales de reacciones ante «golpes» propinados por el Estado porque nadie está tras las rejas y en ese contexto el macabro aviso no es más que un tácito reconocimiento de la incapacidad de cumplir con el deber fundamental del Estado: el deber que es causa y motivo de la organización del Estado.