Aconteció un ya lejano 15 de noviembre de 1950. El director del Instituto del Norte de Cobán, Alta Verapaz, nos lanzó el ultimátum al alumnado interno y externo. La respuesta fue organizar comisiones a fin de subsanar aquel entuerto. En la de comunicación colaboramos, conjuntamente con dicho mentor vía radio un delegado del Mineduc autorizó el acto.
El meollo consistía en dos cosas fundamentalmente. Sólo hasta ese día alcanzaba el presupuesto para atender a los becados, señoritas y varones, según decían con un hambre canina. Y también hasta esa misma fecha se podían realizar graduaciones en toda la República, si no en enero entrante. Cundieron las naturales expectativas de rigor, aquí y allá.
La dilación se atribuyó al Mineduc. El requisito que los alumnos del último año, carrera magisterial llevaron a cabo un trabajo de investigación educativa tuvo cumplimiento. Sin embargo, no faltan los peros, la burocracia estatal traspapeló los expedientes y no enviaron antes la autorización de rigor, mientras los interesados comían ansias y los suyos. Escuelas para niños especiales en Guatemala, titulé el mío.
Al tocar puertas la Sociedad de Beneficencia concedió su salón. La zona militar número 1 de ese entonces facilitó la marimba prestigiosa para amenizar el evento cultural. No tuvimos anillos, tampoco había fotógrafos con flash. Gruesa concurrencia aplaudió a los graduados de la II promoción: 1946-1950, que hoy evocamos con dulce nostalgia ponderada en el afecto.
Los nuevos docentes originarios de Cobán, Chamelco, San Cristóbal Verapaz, Tactic, Tucurú y Panzós de Alta Verapaz; Salamá, San Jerónimo y Rabinal, de Baja Verapaz; Ciudad Flores y San Francisco, Petén. Reunió la aludida promoción casi en sus filas el ciento por ciento de la región nororiental del país.
Segunda en el orden cronológico, pero la más completa según criterio de autorizados catedráticos que aportaron su vocación, buena voluntad y entrega social. Vivencias trascendentales de orden paradigmático, predicaban con el ejemplo, forjaron la personalidad de los alumnos, hoy adultos mayores, decididos a rendir al máximo y aprovechar bien el tiempo.
En el gobierno del general Federico Ponce Vaides se autorizó la reapertura, junto al de varones de Jalapa; una Escuela Normal de Enseñanza Elemental anexa a Institutos de Quetzaltenango, Antigua Guatemala, Chiquimula, Jalapa y Cobán. Nuevas gestiones dieron luz verde el de junio de 1945, siendo Arévalo el primer mandatario y ministro el licenciado Manuel Galich López, expresidente del legislativo.
Nuestra casa de estudios pasó por una recurrente nominación. Escuela Normal del Norte e Instituto anexo, al inicio. Instituto Normal Mixto del Norte en el gobierno del Dr. Arévalo, que nos visitó en varias ocasiones, sosteniendo con él conversaciones sin tanto protocolo. Instituto Normal Mixto del Norte Emilio Rosales Ponce en tiempos del licenciado Julio César Méndez Montenegro.
Noticia de valía, regada con profusión en el entorno citadino, Metrópoli del Norte. Reedición de palmas honoríficas, en esa ocasión solo de Maestros de Educación Primaria. Bachillerato fue postergado para más adelante. Dejó recuerdos perdurables en la intimidad afectiva de cada uno de los graduados.
La formaron 44, han fallecido 23 (45.2%), sobreviven 21 (44.8%).
Tal ultimátum puso a prueba la dinámica, decisión y brillos juveniles. Vencieron algo aparentemente imposible. Inolvidables remembranzas vienen a la mente. Concuerdan fraternalmente en animado pulso en forma declinable físicamente. Gustavo Adolfo Bequer en sus Rimas, afirma con realidad: “Nosotros los de entonces, ya no somos los mismos’’. Irreversible.
Presidieron el gobernador departamental, mayor Marco Antonio Franco Chacón, expresidente del Congreso a tiempo de renunciar el presidente Jacobo Arbenz Guzmán; Inspector Técnico, profesor Efraín Archila; y director el mentor Marco Antonio Sánchez. Profesor Oscar A. Sierra, primer director. Fue abanderado el connotado catedrático Filiberto H. Sierra, por unanimidad de los graduados.