Tienen entre 17 y 24 años, ya una sólida filmografía tras ellos, los actores Manuela Martelli, Nahuel Pérez Biscayart, Inés Efrón y Alan Chávez, hablan de sus respectivas carreras con una solidez profesional que no logra ocultar el lenguaje juvenil y despreocupado con el que se expresan.
Invitados de honor del 20º Festival de Toulouse en tanto «Nuevos rostros del cine latinoamericano», los cuatro actores hablaron de su trabajo y contaron sus proyectos.
El homenaje de Toulouse incluye retrospectivas de las películas en que cada uno trabajaron, en total quince obras: entre otras, de la chilena Manuela Martelli «B-Happy» y «Machuca», del argentino Nahuel Pérez Biscayart «Cara de Queso» y «Familia Lugones», de la argentina Inés Efrón «XXY» y «Glue», del mexicano Alán Chávez «La Zona» y «Partes usadas».
Paradójicamente, aunque aunados en la clasificación de «actores latinoamericanos», los cuatro, con la excepción de los dos argentinos (compañeros de reparto en «Glue» y «Cara de Queso»), no se conocían hasta encontrarse en este festival, y habían visto muy poco o nada del trabajo de los otros. Pero en la charla, se tratan ya como amigos de toda la vida, comentan entre sí sus experiencias de actores y se hacen bromas.
Nahuel Pérez Biscayar señala que, hasta ahora «sólo conocía el trabajo de Inés, que es mi amiga desde la adolescencia pues estudiamos teatro juntos. De Manuela había visto «Como un avión estrellado» (película argentina en la que trabajó la actriz chilena), pero el trabajo de Omar no lo conocía en absoluto», dijo, agregando: «esta noche voy a descubrir «La zona»».
Con 22 años recién cumplidos, Nahuel ha trabajado en teatro, televisión y en una docena de películas, la última de las cuales, «La sangre brota», todavía en posproducción, a las órdenes de Pablo Fendrik.
«Elijo todos mis papeles», afirma el actor, explicando que «es una elección que responde a motivos diversos». «A veces económicos, como las miniseries de televisión, que me permiten tener un sueldo y gracias a él hacer teatro independiente, en el que no gano un peso. Pero en cine, elijo en función del guión y el director», dice.
Su compatriota Inés Efrón, de 23 años, empezó su carrera en el teatro independiente, «en el que no ganaba nada, lo hacía por amor al arte». En el cine, afirma que no ha tenido que elegir. «Tuve la suerte de que siempre me propusieron papeles interesantes».
Su filmografía incluye siete películas, entre ellas la galardonada «XXY» de Lucía Puenzo, con quien volverá a trabajar en su próxima obra, «El niño pez». «Empezamos a filmar dentro de un mes», dice.
Alan Chávez, de sólo 17 años, es el benjamín del grupo y debe compaginar todavía el trabajo de actor con los estudios secundarios.
«Creo que he tratado de llevar mi carrera conforme a mi edad, pero pienso que todavía tengo que pulir muchas cosas», dice evocando la preparación de un nuevo papel en una película sobre las mujeres asesinadas en Juárez y quizá roles para la televisión.
«Sigo todavía los estudios y es difícil, porque entre los rodajes no me adapto muy bien a la escuela. Pero tengo que seguir», declara, explicando que le falta un año y medio para terminar los estudios secundarios.
Alán evoca lo «lindo que fue descubrir» en Toulouse las películas de sus colegas. «En México hay algunos lugares donde se puede ver el cine argentino, pero yo lo conozco poco, y del chileno no conozco nada», señala.
Manuela Martelli, con sus 24 años y una carrera que empieza a diversificar en Europa, aparece como la veterana del grupo.
Instalada en Italia para realizar estudios de teatro, tiene también la ambición de estudiar cine para pasar un día detrás de la cámara.
Conocida internacionalmente por su interpretación en «Machuca» de Andrés Wood, seleccionada en Cannes en 2004, su filmografía incluye siete películas, entre ellas la italiana «Sonetaula» de Salvatore Mereo. «Me tocó actuar en dialecto sardo. Es imposible improvisar en otro idioma. Hay que ajustarse al texto. Es un trabajo de precisión», comenta, provocando una discusión entre sus compañeros sobre la dificultad de actuar en una lengua que no es la propia.
Su última actuación fue en «Navidad», película aún no estrenada de su compatriota Sebastián Lelio Campos, el director de «Sagrada familia». «Fue una experiencia intensa, con un trabajo de improvisación actoral en base a un guión muy pequeño. Aprendí mucho», afirma.
En «Agnus dei», película de Lucía Cedrón presentada en competición oficial en el Festival de Toulouse, la directora argentina funde en una sola narración dos momentos trágicos de la historia argentina: la represión de la dictadura militar a fines de los años 70 y la crisis de 2002.
En 2002, Guillermina recibe un llamado telefónico: su abuelo ha sido secuestrado. Para juntar el dinero del rescate la joven recurre a su madre, que vive en Francia y que regresa a Argentina después de años de exilio.
Ambas tratan de reunir el dinero exigido por los secuestradores. Pero, entre tanto, el reencuentro y los acontecimientos van haciendo resurgir el pasado, hechos trágicos a los que la niña que fue Guillermina asistió en 1978 sin comprenderlos, pese a que marcaron fatalmente su vida.
Lucía Cedrón funde en una sola historia pasado y presente, pasando a veces en un solo plano de una época a otra con una maestría narrativa sorprendente en una primera obra.
«La historia de hoy es el producto de lo que dejamos sin solucionar atrás. Los muertos no están ausentes. Convivimos permanentemente con nuestra historia y nuestro pasado, y la memoria, que es generosa y caprichosa a la vez, nos lleva constantemente a lugares que no hemos elegido necesariamente», comentó la directora tras la proyección de su película.
«Mi deseo era unir las dos temporalidades, exactamente como lo hacemos nosotros en nuestra memoria», agregó.
La película es en gran parte biográfica, puesto que Lucía Cedrón, hija del cineasta Jorge Cedrón, pertenece a una familia argentina refugiada en Francia tras el golpe de Estado. Su padre murió en circunstancias obscuras y su abuelo fue secuestrado en París en 1980.
Criada en Francia, donde realizó sus estudios y trabajó en la producción de documentales para la televisión, Lucía Cedrón decidió volver a Buenos Aires en 2002. Allí realizó su primer cortometraje, «En ausencia», galardonado en el Festival de Berlín, al que siguieron otros dos. «Agnus dei» es su primer largometraje.
«La película es una ficción pero todas las informaciones a las que remite son reales, lo que se describe en ella es la realidad», declaró.
«No quise hacer una película política, sino una película sobre el amor y sobre el perdón». El cordero de Dios del título (que quita los pecados del mundo) remite a la redención.
Durante años me dije que un día haría una película con los fantasmas que tengo en la cabeza por las noches. Pero es algo tan complejo, tan complicado de expresar, que me dije que sería al final del camino. Hasta que un día comprendí que no podria filmar un solo fotograma mientras no hubiera acabado con esos fantasmas», contó la directora.
«Se habla de opera prima, pero yo creo que ésta es mi opera cero», acotó, agregando: «ahora podré hablar de otras cosas».
«Agnus dei» es interpretada por Mercedes Morán, Jorge Marrale, Leonora Balcarce, Malena Solda y Juan Minujín.