«Aquí es más fácil encontrar petróleo que agua» respondió Ahmed Zaki Yamani, luego que una periodista italiana lo cuestionó acerca de los problemas que afrontaba el Medio Oriente ante la escasez del vital líquido.
etelon@lahora.com.gt
Ahmed Zaki fue en los años 74 y 75 el presidente de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), además de haber ostentado el cargo de Ministro de Petróleo y Recursos Minerales de Arabia Saudita, tiempo en el que ya enfatizaba la necesidad que el mundo debería buscar nuevos combustibles.
Profecía que cayó en oídos sordos, mientras que la sociedad occidental creaba el imperio industrial y comercial sobre las frágiles torres petroleras con sede en Arabia Saudita, Irak, Irán y Kuwait.
En los años setentas, el último emperador del Irán, Mohamed Reza Pahlevi, había profetizado que «la necesidad del petróleo crece a ritmo acelerado, los yacimientos se agotan y pronto habrá que buscar otras fuentes de energía» al mismo momento en que enfatizaba que el precio del crudo escalará diez veces más su valor.
En los últimos 30 años la dependencia del petróleo por las industrias del mundo ha crecido a un ritmo descomunal, la movilidad individual, colectiva, así como el transporte de productos, la generación de energía eléctrica, entre otros, ha ido engrosando la dependencia por el «oro negro»
Un negocio millonario
El comercio del crudo en el mercado internacional ha superado el siete por ciento del comercio mundial, lo cual representa arriba de seis billones de dólares, lo que ha transformado al crudo en el producto de mayor comercialización en el mundo, según publicaciones de Petróleos de Venezuela (PDVSA).
La producción actual de la OPEP es de 32 millones de barriles diarios, lo que representa unos $29 mil 67 millones, sin contar la producción iraquí. El precio que el crudo mantiene en el mercado depende en gran medida de las decisiones que los trece países que conforman la OPEP tomen en cuanto al consenso de la cantidad de producción.
La última cita realizada por la OPEP en enero pasado, la cual se desarrolló en ciudad de Viena, Austria, efectuada con la mirada expectante de las naciones del mundo que viven una desaceleración económica como resultado del incremento en el precio del mercado internacional, no trajo solución al encarecimiento de los combustibles.
La OPEP decidió no aumentar su capacidad de producción, efecto que ha causado la espiral en los precios, lo que en el caso de Guatemala ha representado que el galón de combustible oscile entre los 30 y 33 quetzales.
Ante este panorama, los argumentos de los presidentes se repiten ante la problemática; existe una incapacidad para influir en los precios a causa de encontrase a merced del inestable comercio mundial.
Gritos de auxilio
Ante lo que parece una tendencia irreversible, los gobiernos buscan alternativas para afrontar la crisis. El Gobierno guatemalteco analiza la posibilidad de adherirse al proyecto Petrocaribe luego de la invitación girada por el presidente Hugo Chávez. Colom realiza esta semana un cabildeo por lograr apoyo de Brasil, y se manejan intenciones de acercarse a la Petrolera Mexicana (Pemex).
Según el presidente en funciones, acuerdos entre estas naciones podrían ser la válvula de escape.
El ministro de Energía Carlos Meany ha invitado a Petrobras a sumarse a los proyectos de exploración que serán licitados en Guatemala, no obstante a pesar de haber mencionado la necesidad de crear nuevas energías renovables no se ha presentado ningún proyecto concreto que haga pensar que se podría disminuir la dependencia del petróleo.
Sólo en el tema de energía eléctrica, Guatemala produce el 65 por ciento de su producción a base de combustibles, lo cual causa que el precio de energía eléctrica del país sea uno de los más elevados de Latinoamérica.
El panorama creado por la dependencia del petróleo y el nivel de demanda mundial que va en aumento concluye con una aseveración girada por el Secretario de Comunicación Social de la Presidencia: «vienen tiempos difíciles para Guatemala».