El 2 de abril, estudiantes, egresados y trabajadores universitarios inauguraron en el Museo de la Usac la exposición de fotos «Hilando la memoria, tejemos nuestra historia», de Mauro Calanchina. Representa al movimiento estudiantil universitario de los años 70 y 80, bajo el lema de «auge y represión». Envié a sus organizadores mi reconocimiento al esfuerzo de rescatar la memoria de la Usac y mi felicitación por tan loable como necesaria iniciativa. Dije que sentía «que hay un soplo de aire fresco en la Universidad de San Carlos de Guatemala y que renace la esperanza de recuperar el ejercicio pleno de su autonomía (…). No puede haber actualización, transformación y desarrollo sin memoria histórica».
A raíz de la formación de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH), en 1997, fui nombrado Coordinador de la Comisión de la Verdad de la Usac, la cual, con el trabajo arduo y abnegado de varios voluntarios, produjo un documento sobre los actos de violencia estatales que la comunidad universitaria sufrió a lo largo del conflicto armado interno. Fue entregado por el Rector a la CEH, para ser utilizado en la elaboración de su informe «Guatemala: Memoria del Silencio». Tuvo como propósito también esclarecer ante la comunidad universitaria, la sociedad y la opinión pública internacional las causas, los hechos y los efectos de la peor represión sufrida por universidad alguna en América Latina; pero fue engavetado por el Rector de entonces y, aun hoy se desconoce su paradero.
Junto al relato de hechos y la expresión de testimonios de muchas víctimas, elaboramos un minucioso plan para dar a conocer la memoria histórica de la Usac a la comunidad universitaria. Se proponía un proceso, impulsado desde el Consejo Superior Universitario, para realizar conferencias, talleres, exhibiciones y otras actividades en torno a la violencia sufrida por la Usac, así como la asignación de nombres de héroes y mártires universitarios a las distintas instalaciones. Se contemplaba que no hubiese persona que pasara por la universidad que desconociera lo ocurrido.
Entendimos que las autoridades de la Usac enmudecieran y se paralizaran con el asesinato del Obispo Juan Gerardi; pero nuestras propuestas debieron retomarse en momentos posteriores menos adversos. La falta de voluntad política de las autoridades universitarias fue menos explicable aún, al haberse ignorado también nuestras recomendaciones para el resarcimiento de las víctimas universitarias. Van muriendo los universitarios expulsados de la Usac por la violencia y, salvo homenajes esporádicos de universitarios consecuentes, no existe una política de verdad, memoria, justicia y resarcimiento de la Usac. Ese silencio también es cómplice de la terrible impunidad que vive nuestro país; ni siquiera el documento «Guatemala: Memoria del Silencio» es lectura obligada en todas las aulas universitarias, porque se sigue viviendo bajo el manto del temor y, hoy, de la indiferencia.
El Consejo Superior Universitario debe actuar en consecuencia con la iniciativa tomada ahora por estudiantes, egresados y trabajadores como primer paso para el Rescate de la Memoria del Movimiento Estudiantil. La Memoria Histórica de la Usac es esencial y servirá como primer paso para rescatar luego la memoria del resto de las 200 mil víctimas de la represión estatal. La Usac debe dar el ejemplo.