Es absolutamente natural que respecto a la petición de renuncia al licenciado Mario Gordillo en su calidad de Procurador General de la Nación se manifiesten opiniones divididas, no sólo porque ningún funcionario es monedita de oro sino porque el actuar titular de la PGN está en ese puesto luego de un proceso viciado que realizó el gobierno anterior, con características parecidas al que ahora se dirige en su contra.
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Personalmente la figura del licenciado Gordillo me parece irrelevante y no es alrededor de su personalidad que debe armarse un debate sino respecto al tema de la institucionalidad que debe observar como punto de partida nuestro frágil estado de derecho. Creo que sí existen razones para promover la destitución del funcionario y tiene que procederse de esa forma, pero lo que he cuestionado es la tendencia a que cada cuatro años se violente el orden legal promoviendo la separación caprichosa del cargo de aquellos funcionarios que fueron nombrados para un período determinado por el gobierno que entrega y por ese simple hecho tienen los días contados.
Si el legislador hubiera querido que los funcionarios fueran gente del partido de gobierno, no hubieran emitido leyes en las que obligan a períodos que se extienden más allá del mandato específico del Presidente de la República. Cabalmente la intención tiene que haber sido la de permitir mayores niveles de independencia, aunque está visto que con tal de quedarse en el chance, todos se ponen de alfombra sin que prevalezcan compromisos con quienes ya no tienen poder. La realidad de la especie humana es así y una vez muerto el rey, todos los que pueden sacar provecho gritan entusiasmados vivas al nuevo rey.
Yo entiendo que el Procurador General de la Nación tendría que haber velado, en su momento, por el respeto a la ley cuando hubo presiones en contra de funcionarios para que renunciaran, pero todos se han hecho los locos porque no quieren meterse a problemas que tarde o temprano les puedan pasar una factura. Estoy seguro que si al licenciado Gordillo lo llama Colom para darle instrucciones, hubiera acatado sin chistar todas las recibidas porque tengo la impresión que más que el imperio de la ley y la función concreta de ser el asesor jurídico del Estado, al titular de la PGN le interesa el hueso.
Pero también sostengo que el gobierno tiene que dar el ejemplo de sometimiento a la ley y que si un funcionario está nombrado para un período específico tiene que observarse de manera puntual el texto y el sentido de la legislación. Esa misma ley, sin embargo, establece de manera muy genérica que no puede procederse a su remoción «salvo causa justificada» y entiendo que es lo que ahora hace el gobierno, es decir, encontrar la causa justificada que en el caso de un funcionario como el Procurador General de la Nación y como cualquier funcionario en nuestro país, no es difícil encontrar porque todas las instituciones incumplen los plazos y términos de ley para realizar sus funciones.
Bastaría encontrar los expedientes tramitados en la oficina del Procurador General de la Nación y ver los que no se han resuelto dentro del plazo de ley para justificar la destitución de éste y de cualquier otro funcionario porque si algo es sistemático en el país es que los plazos no los respeta nadie, empezando por los mismos tribunales de justicia hasta llegar a las oficinas administrativas. De suerte que motivos para mandar a su casa al licenciado Gordillo siempre se pueden encontrar y como él, todo funcionario o empleado público estará sujeto a remoción con causa justificada porque el Estado se caracteriza por no cumplir sus deberes.