Muy poco es lo que como país podemos hacer frente a una crisis económica que tiene raíces en el mercado mundial y que nos afecta, especialmente, por los altos precios del petróleo, pero sin duda alguna que la mejor actitud colectiva es aquella que tienda al ahorro de combustibles y de energía en términos generales, por lo que el Gobierno tendría que diseñar una campaña muy clara para orientar a la población sobre las formas de disminuir el consumo y sobre los efectos que para el país tendría esa eventual reducción.
Creemos que el Estado tiene en su mano iniciar las primeras acciones para forzar al ahorro y entre ellas hay que destacar que la emergencia obliga a que se adopte una política de escalonamiento de horarios que posiblemente altere la rutina de todas las familias, pero que podría redundar en que se diluya la hora pico de transporte, en la que se producen las mayores aglomeraciones de tránsito. Y es que si el mismo número de personas se moviliza en el doble o el triple de tiempo, gracias a ese escalonamiento de horarios, es obvio que habrá mayor fluidez y que se desperdiciará menos combustible en los atascos que son cada vez más grandes en el área metropolitana.
La Municipalidad no tiene ni la voluntad ni la capacidad para regular esa materia y por lo tanto la iniciativa debe ser tomada por el Gobierno central para obligar a que las distintas actividades económicas y educativas se adapten a nuevos horarios escalonados. Se trata de una crisis de gran envergadura y de enormes consecuencias por lo que se imponen grandes soluciones en la medida de nuestras muy limitadas posibilidades.
Pero retomando el tema inicial, es de la mayor importancia que se diseñe una campaña informativa para instruir a la población sobre el ahorro. Estamos seguros que los medios de comunicación, aun aquéllos a los que el Gobierno no toma en cuenta, daríamos espacio para esa política informativa de interés nacional que no estaría orientada, idealmente, a promover al Gobierno con propaganda, sino a informar a la población con pasos sencillos y concretos que pueden repercutir en una disminución de la demanda de energía en nuestro país y un uso más racional de todos los combustibles.
Todas las otras acciones que se propongan tienen la característica de que su efecto se diluye muy rápido, como la baja de impuestos, o que toman demasiado tiempo para materializarse, como la asociación con Petrobras o con otros proyectos de comercialización y explotación petrolera. La crisis está ya dañando al pueblo y urgen acciones concretas y rápidas y ninguna tan eficaz como un uso racional para el que hay que instruir a la población.